martes, 31 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 3


3
Que comience la revolución

    Me levanto de la cama, aturdida. Siento que la cabeza me va estallar. Me llevo las manos a las sienes y las muevo con suavidad. Miro a mí alrededor y parece como si la habitación diera vueltas. Apenas recuerdo lo que pasó anoche. Lo único que consigo evocar es que bebí absenta y que me sentó como un tiro. Debe ser esto a lo que llaman resaca. Avanzo hasta el final de la estancia y observo mi reflejo en el espejo. Llevo el pelo completamente enredado y una oscura cortina cubre mis párpados. Nunca había tenido tantas ojeras. Me acerco al cristal y veo que mis verdes ojos están hinchados y un poco enrojecidos. A demás, un gran cardenal luce en mi pómulo izquierdo. Anoche fue la primera vez que bebí y la última. Siento una molestia en la garganta y carraspeo para que desaparezca. Pero no lo hace. Comienzo a toser descontroladamente y el olor a alcohol se desborda de mi boca. La nariz me moquea y la temperatura de mi cuerpo es muy alta. Debo haberme constipado.
    Agarro una de las mantas que hay encima del lecho y me envuelvo con ella. Bajo las escaleras, sujetándome a la barandilla para no caerme, y llego al comedor, pero no hay nadie. ¿Se han ido todos? De pronto, una voz a mis espaldas me responde.
    -¡¿A quien se le ocurre salir de fiesta con el tiempo que hace?!-la voz de mi tía Kora se mete en mis oídos y retumba en mi testa. Un  fuerte dolor de cabeza me golpea y necesito apoyarme en la pared para no caer al suelo.  
    -Por favor… no grites…-el sonido que sale de mi boca es apagado y escacharrado. Como yo temía, me he quedado afónica.
    -Eres una irresponsable. Dejas solo a tu hermano solo en casa y te vas de fiesta, sabiendo que está totalmente prohibido.-se acerca a mí y pone entre mis frías manos una taza caliente.
    -¿Qué es?-pregunto antes de carraspear.
    -Café con sal.-cuando dice eso, el estómago se me revuelve. Me llevo la taza a los labios y doy un sorbo. Su sabor es increíblemente asqueroso y, cuando llega a mi buche, mi barriga pega un brinco. A pesar de eso, el calor del café me alivia la garganta. Vacilo un instante, y doy otro sorbo, aunque está vez, lo vacío a la mitad. Cierro con fuerza los ojos y dejo que el amargo líquido pase por mi garganta. Agarro con fuerza la taza y me tapo la nariz para que sepa menos. Vuelvo a aspirar lo que queda en el recipiente y me lo termino. A pesar de que sabe menos, gracias a que tenía la nariz tapada, su sabor sigue siente repulsivo. Dejo la taza en la mesa y mi estomago comienza a quejarse con furia. Me tapo la boca y me dirijo rápidamente al cuarto de baño. Vomito y vomito hasta que no queda ni rastro de café ni de lo que tomé anoche. Me limpio los labios con un trozo de papel higiénico y me levanto del suelo. El dolor de cabeza sigue estando firme, pero el malestar que sentía en el estómago ha desaparecido. A demás, ya no me duele tanto la garganta.
    -Ahora tomate esto.-Kora aparece y me da otra taza caliente. En su rostro, la expresión de enfado no desaparece.
    -No, gracias.-aparto la taza con la mano delicadamente.-No creo que mi estómago resista otro sorbo de esa… asquerosa mezcla.
    -Esto no es café con sal.-una pequeña resista se interpone en su cara de enfado.-Es una infusión de limón y menta.-la cojo y doy un pequeño trago. El dolor de mi garganta desaparece casi por completo y la nariz se me descongestiona. A demás, tiene un sabor suave y dulce. Perfecto para eliminar el gusto del café.-En la mesa está tu desayuno. Tómatelo rápido o llegarás tarde a tu castigo.
    ¿Castigo? Ahora lo recuerdo todo. La policía nos pillo en la fiesta y escapamos. Sin embargo, Jayden calló al suelo, y en mi intento de huida, resbalé con el hielo y un agente me descubrió. Un momento. ¡Jayden! ¿Conseguiría escapar? Un escalofrío recorre mi espalda y mi corazón se acelera.
    -¿Qué ocurrió anoche?-le pregunto a Kora, esperando a que ella sepa los detalles.
    -Un agente te pillo mientras intentabas huir. Tú te desmayaste porque te distes un golpe en el pómulo.-cuando dice eso me llevo la mano a la mejilla y siento la enorme hinchazón bajo mis dedos.-El agente te recogió y te trajo de vuelta a casa. Dijo que te perdonaba la vida, pero que a pesar de eso, tenías que recibir un castigo. A las ocho de la mañana tienes que estar en el instituto, ya que él te estará esperando.
-¿Cuál va a ser mi castigo?-cuestiono mientras me siento en la mesa del comedor. Kora aparta la mirada y comienza a jugar con los dedos, nerviosa.
    -No lo se…
    Miro alrededor, intentando olvidar todo lo que me está pasando. ¿Qué harán conmigo? Alargo el brazo y me sirvo una tostada con mantequilla. Me la llevo a la boca y hago un esfuerzo por tragármela, pero tengo un nudo en el estómago que me impide comérmela. Alzo la vista y descubro un pequeño plato lleno de migas delante de mí.
    -¿Dónde está Luca?-pregunto dejando la tostada en mi plato.
    -Hace rato que se ha marchado al colegio.-responde llevándose la escudilla llena de migas de pan.
    -¿¡Él solo!?-me levanto de la silla y golpeo la mesa con fuerza.
    -Claro. Luca ya es mayorcito y tú le sobreproteges demasiado.-pronuncia sin levantar la vista de su vaso de leche.
    -Lo protejo porque es mi deber…-entonces la imagen de mi padre flota en mi cabeza. Me hizo prometer que cuidaría de mi hermano pequeño y eso es lo que debo hacer. Segundos después, las lágrimas acuden a mis ojos. Acordarme de mis padres siempre me pone muy triste y a veces me cuesta pensar en ellos, pero tengo que hacerlo. Mi madre me dijo una vez: <<Si un ser querido muere nunca dejes de recordarle. Así siempre estará vivo en tu corazón>>. De pronto, tras recordar las palabras de mi madre, una pregunta surge en mi mente. ¿Sabrían mis padres que iban a morir? Alzo la vista hacia el reloj, y me percato de que son casi las ocho. Subo a mi habitación y, tras prepararme para ir al instituto, bajo las escalera y me marcho por la puerta, sin pronunciar palabra hacia mi tía, pensando todavía en mi madre.

    Llego al colegio cinco minutos tarde, y no hay nadie en los alrededores. Levanto la mirada y observo que todos están ya dentro de las aulas. Entro en el edificio y me dirijo hacia mi clase, esperando encontrar a Jayden. La puerta del aula está abierta y la profesora de historia está dando clase. Me apoyo contra la pared para que mi maestra no me vea y observo el interior. Un escalofría me pone la piel de gallina. No solo Jayden no está dentro, si no que Eva tampoco. No puede ser. ¿Los atraparían a los dos? Vuelvo a echar un vistazo y descubro que Narel está sentada en su pupitre. Alzo las manos y las muevo rítmicamente para que me vea, pero es en vano. Está tomando apuntes de lo que dice la profesora, y en ningún momento alza la vista. Agacho los brazos y me vuelvo a apoyar en la pared. Entonces, alguien me asusta por detrás.
    -Con que aquí estabas, preciosa…-era el agente que me descubrió deambulando por la noche. Tengo lagunas sobre lo que ocurrió en la fiesta, pero de este personaje me acuerdo perfectamente. Es un poco más alto que yo, y una inmensa barriga asoma bajo el uniforme; tiene el cabello negro canoso y los ojos son de un extraño color gris. Me agarra con fuerza de la muñeca y me arrastra hasta los servicios.-Prepárate para tu castigo.-cierro los ojos y los puños con fuerza hasta hacerme daño, esperando a me pegara. Pero no lo hace. Abro los párpados y observo que un atavío gris entre los brazos.-Póntelo.
    -Perdone, pero… ¿Cuál es mi castigo?-le pregunto, apartándome de él.
    -Debes limpiar los baños del centro.-dice mientras se cruza de brazos. Yo suspiro, aliviada. Por un momento había pensado que me quería hacer daño. Agarro el vestido y lo miro. Aunque más que un vestido, es un trozo de tela, pues es cortísimo. Segundos más tarde, me visto con él, y el agente me entrega una fregona y un cubo de metal. El guardia coge una silla y se sienta al final del servicio, observándome. Asgo la fregona y la humedezco en el cubo, mientras me bajo al vestido. El traje termina en medio dedo por debajo de mi trasero y un enorme escote se abre en mi pecho. Comienzo a limpiar el suelo y me percato de que el agente me está mirando de arriba a bajo con una pequeña sonrisa en su rostro.
    -Te has dejado una mancha…-masculla mientras me señala al suelo con su enorme dedo índice. Me doy la vuelta y paso el mocho donde me había indicado.-Ahí no. Más a la derecha.-yo obedezco y paso con fuerza el húmedo cepillo sobre el pavimento.-Ahí tampoco.-luego se levanta y se acerca a mí, tocándose la entrepierna.-Déjame que te ayude, preciosa.-me agarra por la cadera y se apoya en mí. Yo dejo caer la fregona, paralizada. El agente comienza a deslizar sus enormes manos por mi figura hasta subir a mis pechos. Yo agacho la cabeza e intento ocultarme entre mis brazos, asustada. No puedo parar de temblar y no tengo fuerzas para apartarlo.
    -Por favor… no me toque…-el estómago se me encoge y las piernas comienzan a temblarme. Luego, mete las manos por debajo del atavío y se desliza por mi piel. Me incorporo y me impulso hacia delante, apartándome de él. Este me agarra rápidamente por la muñeca y me vuelve a atraer hacia él. Luego estampa mi cuerpo contra la pared y se echa encima de mí.
    -Nos lo vamos a pasar muy bien, preciosa…-masculla entre dientes, echándome su apestoso aliento. Segundos después, escucho como se baja la cremallera del pantalón. Mete de nuevo las manos bajo mi ropa y manosea mis caderas. El pánico se apodera de mí y las lágrimas avanzan por mis mejillas. Soy incapaz de moverme y me cuesta respirar. El agente enreda sus dedos entre mi ropa interior e intenta bajármela, pero yo se lo impido como puedo. Entonces le miro a los ojos y veo mi reflejo en ellos. Pero la que se refleja en ellos no soy yo. La chica reflejada está asustada y loca de miedo, pero yo no soy así. Yo soy valiente y lucho por la libertad. Es hora de que la asustada niña desaparezca para siempre.
    De pronto, algo se rompe dentro de mí, libreando una extraña sensación que avanza con velocidad en el interior de mí ser. Una sensación que satisface, que me da fuerzas. Instantes después, me armo de valor y arremeto contra el asqueroso agente un puñetazo en la barriga. Este se aparta con torpeza, pues los pantalones se le han caído a los tobillos. Miro al suelo, intentando encontrar algo que poder llevarme a las manos y utilizarlo contra él. Me abalanzo contra el enorme frasco de lejía que el policía me había dado para limpiar el pavimento; lo agarro entre mis manos y vierto el nocivo líquido hacia su cara.
    -¡Mis ojos! ¡Me arden!-grita de dolor, llevándose las manos al enrojecido rostro. Luego alzo la pierna y le doy una fuerte patada en el cuello. Este se tropieza con sus pantalones y se cae al suelo, golpeándose la sien contra la taza de uno de los inodoros. Durante un instante, me quedo quieta sin saber que hacer, hasta que me acerco al cuerpo inconsciente del guardia y le robo las dos pistolas que lleva amarradas al cinturón. Salgo del servicio, sujetando una pistola en cada mano. Me quedo parada cuando escucho voces que provienen del pasillo contiguo; asomo la cabeza con cuidado y descubro que son tres agentes. De repente, sin saber porque, paso por delante de ellos a toda velocidad. Ellos se percatan de que voy armada y comienzan a perseguirme a lo largo del pasadizo. No se porque acabo de delatarme. Es como si algo me hubiera dicho que debía hacerlo.
    Entro en el aula de ciencias y me escondo tras una estantería llena de frascos de distintos colores y tamaños. Los tres agentes entran dentro, en mi búsqueda. Entonces, la misma sensación que se ha liberado en los lavabos, aparece de nuevo. Me apoyo contra la estantería y la empujo con todas mis fuerzas. Esta se precipita y cae sobre los guardias. Los observo en el suelo y, una vez me percato de que están inconscientes, me abalanzo a sus cuerpos y cojo el rifle que llevaba uno de ellos enganchado en el hombro. Me doy la vuelta para salir de la estancia, pero alguien me sorprende y yo me caigo, golpeándome el codo contra el duro pavimento. A pesar del dolor, sujeto el arma entre mis manos y apunto a quien me había asustado. Pero de inmediato, agacho el rifle al darme cuenta de quien era.
    -Por fin te encuentro, Alice.-dice Eva, tendiéndome una mano. Yo la acepto y me levanto, frotándome el codo.-Veo que sabes pelear…-pronuncia mientras mira a los agentes por encima de mi hombro.
    -Menos mal que estás aquí.-le digo respirando entrecortadamente.- ¿Qué ocurrió después de que me marchara de la fiesta?-pregunto esperando hallar respuesta.
    -¿Con eso te refieres a qué si Jayden está bien?-cuestiona arqueando una ceja. Yo agacho la cabeza, avergonzada. Se me había puesto la cara como un tomate.-Sí, está bien. Consiguió escapar poco después de que tú huyeras. Al igual que todos, nos refugiamos en nuestras casas y no nos pillaron. Bueno, menos tú. Patosa…-se acerca y me da un pequeño puñetazo en el hombro mientras sonríe. Luego, la expresión de la cara cambia bruscamente.-Ahora rápido, debemos marcharnos.
    -¿A dónde?-le digo cruzándome de brazos.
    -Ya lo verás… Solo ven conmigo.-alarga el brazo y me agarra de la muñeca.
    -No.-yo me suelto y me alejo unos pasos de ella. Estoy harta de tantos misterios. Quiero respuestas.- ¿Qué está ocurriendo?
    -El Gobierno te está buscando, Alice.-esas palabras hacen que me aleje más de ella.
    -¿Por qué?-le cuestiono mirándola fijamente a sus verdes ojos.
    -Por ser quien eres…-¿a qué se refería con eso?
    De pronto, se oyen pasos que provienen del pasillo y Eva y yo nos ocultamos detrás de la puerta. Cuando el sonido desaparece, salimos de la estancia. Pero yo me detengo de repente, haciendo que Eva tropiece.
    -Espera… no pienso marcharme sin mi hermano.
    -Pero no hay tiempo de entretenerse. Debemos irnos ya.-replica tendiéndome la mano para que me sujeta a ella de nuevo. Pero yo no cedo.
    -No iré contigo sin mi hermano.-aparto la mano con delicadeza, frunciendo el ceño.
    -De acuerdo. ¿Dónde estará tu hermano?-me pregunta, estirándose la espalda.
    -A esta hora estará en el patio.-le digo mirando al techo. Y sin decir palabra, me agarra del antebrazo y nos dirigimos al claustro del colegio.
    Nos escondemos detrás de uno de los enormes pilares que rodean el patio. Miro con cuidado y me percato de que cinco agentes vigilando que no ocurra ningún altercado. Vuelvo a echar una ojeada y descubro a mi hermano sentado en el suelo con uno de sus amigos.
    -Estupendo. Hay cinco guardias en los alrededores.-grazno mientra me aparto un mecho de pelo que había caído sobre mi rostro.
    -No hay problema.-saca la testa de nuestro escondrijo y mira a los niños que juegan en el patio.- ¿Tu hermano es el qué tiene el cabello el castaño claro y está sentado en el suelo?-yo asiento sin pronunciar palabra y le doy una de las armas que le había robado al agente que había intentado violarme en los servicios.-Será fácil.-masculla mientras sonríe y quita el seguro de la pistola.
    -¿Cuál es el plan, Eva?
    -Tú cúbreme las espaldas desde aquí…-y tras eso, sale de detrás de la columna y, pistola en mano, se dirige hacia mi hermano. Yo no puedo apenas reaccionar por lo rápido que sucede. Eva alza el arma y comienza a disparar a los agentes con gran velocidad, que tampoco llegan a responder. Aparto la mirada y vuelvo a esconderme detrás del pilar. Lo único que escucho son cinco disparos. Una vez el silencio se apodera del ambiente, vuelvo a asomarme. Los cinco guardias se hayan en el suelo, muertos. Los miro con detenimiento y veo que los disparos han sido muy limpios. Es como si Eva llevara tiempo utilizando armas. Y no solo eso. También sabe pelear perfectamente. Segundos más tarde, ella aparece con Luca, que parece desconcertado. Me agacho hasta estar a su altura y lo abrazo con fuerza.

    Eva, Luca y yo salimos corriendo del centro, a punta de pistola. Avanzamos por las estrechas calles, intentando no resbalar por el frío hielo. Necesitamos parar un par de veces ya que yo me estoy congelando. Sigo llevando el corto vestido y, además de que no me resguarda nada de la baja temperatura, se ciñe tanto a mi cuerpo que me impide correr con normalidad. Continuamos corriendo hasta que, tras un par de minutos, llegamos a casa.
    -Alice, ¿qué está pasando?-me pregunta mi hermano, quedándose quieto en frente de la puerta.
    -Es una larga historia. Te la contaré más tarde.-me dirijo hacia la puerta y, de repente, esta se abre sin que yo la toque. Mi tía Kora aparece tras ella, llevándose una sorpresa.
    -Qué rápido habéis terminado hoy.-Kora vuelve a entrar y nos hace un gesto para que la sigamos.-Dime Alice, ¿cuál era el castigo?
    -Ahora no hay tiempo para eso.-suelto a mi hermano y me acerco a ella.-El Gobierno nos está siguiendo.-tras decir eso, Kora se aparta de mí con una débil sonrisa.-Sabía que este día llegaría…
    -¿A qué te refieres?-estas últimas palabras hacen que me aparte de ella.
    -Alice, es hora de que te digamos porque murieron tus padres.-una voz masculina suena a mis espaldas. Me doy la vuelta y descubro a mi tío Darel, que acababa de llegar de trabajar. Yo no pronuncio ninguna palabra; me limito a sentarme y ha escuchar lo que tanto había deseado averiguar.
    -Verás, cariño…-Darel se sienta a mi lado y me pone una mano en el hombro.-Tus padres murieron por ser rebeldes. Se levantaron contra las medidas del Gobierno y, gracias a ellos, aún existen personas que desean el cambio.-Alza la vista y mira a Eva, que sonríe tímidamente.
    -Tus padres no murieron en vano.-Kora se acerca a mí y me abraza.-Tus padres fueron héroes, cariño. Ellos sabían que iban a morir, pero también sabían que su labor no había acabado. Ellos viven en ti, Alice. Tú eres la única esperanza de derrotar al Gobierno.-entonces, las lágrimas caen de mis ojos. Abrazo a mis tíos y a Luca, que también está llorando. Por fin esta incógnita que me había estado atormentando y que nunca había podido despejar se ha resuelto, y eso me produce una gran satisfacción.-Ahora debéis marcharos.
    -De acuerdo…-me levanto de la silla, limpiándome las lágrimas. Subo a mi habitación y, después de cambiarme de ropa, me preparo una mochila con ropa y un par de libros. Abro el armario y busco el saquito morado que me había dado mi padre antes de dejarme. Lo encuentro al final de este, oculto entre una camisa. Lo pongo en la palma de mi mano y lo miro fijamente; nunca había tenido el valor suficiente para abrirlo. Lo guardo en la mochila y bajo al comedor. Agarro unas cuantas latas de atún, un frasco de leche y una barra de pan y lo meto dentro de una bolsa de cuero marrón. Luca baja de inmediato con una enorme mochila a sus espaldas y un saco azul amarrado a su mano.
    -¡Rápido!-Eva se asoma por la puerta principal y, seguidamente, se mete dentro.-La policía viene hacia aquí.
    -¡Marchaos por aquí!-Kora nos abre la puerta de atrás y se acerca a mí.-Pase lo que pase, no volváis aquí.
    -¿Qué quieres decir con eso?-yo la agarro de las manos y veo caer las lagrimas sobre sus mejillas.
    -Nosotros no iremos con vosotros, cariño.-esas palabras hacen que de un respingo. Mis ojos vuelven a humedecerse.
    -¡No! ¡No quiero volver a perder a otro ser querido!-me acerco a ella y la abrazo con fuerza y dejo que mis ojos se desborden.
    -Nosotros nunca nos iremos de tu lado. Siempre que nos recuerdes viviremos en tu corazón.-Darel se une a nosotros y nos rodea con sus brazos.
    -Pero… ¿por qué?- mi voz se atranca por culpa de mi tristeza.
    -Tu tío y yo ya hemos cumplido con nuestro cometido. Cuidaros a ti y a tu hermano ha sido lo más hermoso que hemos hecho en nuestras vidas.-se acerca a mi y me habla al oído.-Ahora marchaos… Cuida de Luca.- Tras eso, salimos de la casa. Eva me ayuda a avanzar y nos ocultamos entre las dos casas que hay detrás de la nuestra. El silencio se apodera del ambiente. Me doy la vuelta y miro por la ventana. De pronto, dos flases seguidos de dos disparos rompen con el sepulcral silencio. Yo intento gritar pero no me salen las palabras. Cientos de lágrimas caen por mis mofletes. Intento volver a casa, pero Eva me lo impide. Me agarra con fuerza por los hombros y yo forcejeo moviendo mi cuerpo con brusquedad. Pero finalmente cedo, cayéndome de rodillas. Luca se derrumba encima de mí, llorando. Deslizo mi mano sobre su nuca y lo atraigo hacia mí. Lo abrazo con fuerza para que se calme, para que sepa que yo siempre estaré con él. Ahí es cuando vuelvo a sentir que algo dentro de mí se quiebra, liberándome de la tristeza y del dolor. Me levanto del suelo y miro al cielo; aprieto mis puños con fuerza hasta hacerme sangre en la palma de mi mano. Entonces sé que estas no serán las únicas muertes que encontraré en mi vida. Debo ser fuerte por Luca y por mí. Me giro y miro a Eva con los ojos enrojecidos, y pienso algo que me provoca que el corazón se acelere: <<Qué comience la revolución>> 

No hay comentarios: