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Bromas pesadas
Alessia agarró el último bote de nata y lo
vertió dentro de la taquilla de Ronny, vaciándolo por completo. Tras eso
observó su malvada obra y sonrió; deslizó la mano y se apartó el rubio mechón
que había caído sobre su frente. Toda la taquilla estaba ha rebosar de aquella
pastosa y grasienta crema, pringándolo todo: la mochila, los libros, las
fotografías, etc. Todo había sido sepultado bajo la nata.
Alessia cerró la taquilla al escuchar pasos
que provenían del aula de química e hizo un gesto a sus amigos que estaban tras
ella para salir corriendo de la escena del crimen. Daniel trotó hacia el lavabo
y abrió la puerta para que entraran. Sara y Alessia dejaron la puerta
entreabierta para poder observar como se ejecutaba aquella broma.
Ronny, una chica de la misma edad que ellos,
que vestía con ropa ancha para ocultar los kilos de más, abrió su taquilla y la
nata se desprendió en el suelo, ensuciando las bailarinas de Ronny. Esta se
quedo boquiabierta al ver el estado en el que se encontraba el interior del
armario. Los libros estaban pringosos y sus páginas arrugadas por la crema, la
mochila se había echado a perder ya que la grasa que estaba pegada en ella no
saltaría y las fotografías que se había echo con sus amigos estaban ajadas.
Ronny intentó salvar lo poco que quedaba sin manchar y salió corriendo hacia al
servicio contiguo para poder limpiase los zapatos y derramar alguna que otra
lágrima.
Alessia no podía aguantarse la risa, y con
ella, se reían sus amigos. Todos excepto Emm, que se encontraba de brazos
cruzados viendo como Alessia se lloraba de alegría mientras que en los baños de
al lado otra chica lloraba de tristeza.
Alessia no tenía motivos para gastar aquella
pesada broma, simplemente lo hacía porque era fácil y la humillación ajena le
hacía mucha gracia.
Finalmente, Emm salto entre las carcajadas de
sus amigos:
-¿No os cansáis de hacer daño a la gente?-sus
amigos se callaron, la observaron y dejaron de troncharse. Se dieron cuenta de
que tenía razón. Sin embargo, no todos se dieron por aludidos.
-¿Por qué eres siempre tan
aguafiestas?-Alessia se incorporó y posó una gélida mirada sobre los ojos de
Emm.
-No soy aguafiestas, solo soy compasiva.-Emm
miró al techo, esquivando la ojeada de esta.-Al final eso te traerá problemas.
Si haces cosas malas te ocurrirán cosas malas.
-¿Te refieres al karma?-Alessia soltó una
risita.- ¿Y qué me va ha hacer el karma?-masculló
con tono irónico.- ¿Matarme?
Sean se despertó de aquel profundo sueño. Se
levantó aturdido del sofá, sin saber que había pasado. No tardó mucho en
acordarse. Había llegado del instituto agotado tras tres horas de entrenamiento
y se quedó dormido en pocos segundos tras tumbarse en el sofá.
Se dirigió hasta la cocina y se sirvió un
vaso de agua y miró el reloj que había colgado en lo alto de la pared. Dejó la
copa en la encimera de mármol y caminó rápido hacia su habitación. Había
quedado con María en quince minutos y tenía que ir a recogerla.
Abrió el armario y asió lo más elegante que
encontró en ese momento. Se vistió con unos pantalones vaqueros de vestir
oscuros y una camisa de cuadros verdes, azules y blancos. Miró su reflejo en el
espejo y, mientras se peinaba, reflexionaba sobre el sueño que acababa de
tener. Aunque más que un sueño era un recuerdo. Rememoraba ese día
perfectamente, y lo que dijo Alessia cuando estaban en los servicios. ¿Quién
iba a decir que la macabra ironía de Alessia se iba ha hacer realidad? La
verdad es que Sean recordaba todas las travesuras y fechoría que habían hecho
él junto con sus amigos. Y tenía mérito, ya que no eran pocas. Casi todos los
días le hacían pasar mal a cualquier persona del instituto, porque para
Alessia, todos eran inferiores a ella.
Sean volvió a mirar el reloj y se dirigió
hacia la puerta principal para salir de la casa. Se había quedado absorto en
sus pensamientos y llegaba tarde a su cita con María. Se metió dentro de su BMW blanco, arrancó el vehículo y salió
rápidamente hacía la casa de María.
Sean salió del coche y abrió la puerta del
copiloto. María salió de dentro y le dio las gracias. Lucía un vestido de
tirantes corto y estrecho de color rojo oscuro.
Entraron en Cicada, un restaurante italiano de los más caros y románticos de
Los Ángeles. Sean había reservado mesa hacía ya varios días ya que era muy
difícil entrar si no reservabas con mucha antelación. Fue idea de Sean quedar
antes de la fiesta de Las estrellas para poder conocerse mejor. La verdad es
que, para Sean, invitarla a la fiesta nada más haberla conocido le parecía
demasiado precipitado. Por no hablar del beso que se dieron cuando se
conocieron.
El establecimiento era enorme en su interior.
El suelo era de madera oscura y tenía
dos plantas. Una enorme lámpara colgaba del techo, dando un ambiente más
romántico.
Se sentaron en la mesa reservada y ojearon la
carta de menú. El camarero llegó a su mesa tras un momento indecisión y tomó
nota de sus pedidos.
Sean pidió una ensalada italiana y María unos
canelones de verduras.
Tras más de diez minutos de espera llegaron
los platos. La ensalada de Sean tenía muy buena pinta. Llevaba mozzarella con
forma de esfera, cebolla caramelizada y crujiente, tomatitos pequeños, habas
crudas y aceitunas, todo untado de vinagre de modena. Los canelones de María
tenían toda clase de verduras: alcachofa, espinacas, cebolla, col, etc.…
-¡Los canelones están deliciosos!-exclamó
María.-¿Quieres probarlos?-María pinchó con el tenedor un trozo de su comida y
se lo llevó a la boca de Sean, que se relamió los labios para limpiarse la
verde salsa.
-¡Están muy buenos!-sin duda, uno de los
mejores platos que había comido en su vida. Y había probado mucha variedad de
alimentos ya que a sus padres les encantaba viajar a diferentes lugares del
mundo y probar sus exóticos platos.
-Por cierto, ¿cómo están Sara y Emm?-preguntó
cambiando de tema.
-Bien, no te preocupes.-Sean se acordó de
aquella noche en el hospital y su sonrisa desapareció. Se le había olvidado por
completo que siempre hay alguien que le observa a él y a sus amigos. Alguien
que está dispuesto hacer lo que sea por hacerles daño.-Emm se hizo un corte en
el brazo porque se clavó unos cristales pero ya está bien, y Sara solo se llevó
un golpe en el pómulo.
-Dios mío… debe de haber sido terrible…-María
colocó sus manos encima de las de Sean y le miró fijamente.
-Pero cambiemos de tema.-no tenía ganas de
hablar de eso.-¿Tienes ganas de que llegue mañana?
-La verdad es que sí.-María volvió a mirarle.
Los azules ojos de María chocaron con los verdes de Sean. Sean se incorporó y
le besó en los labios suavemente. La verdad es que estaba un poco indeciso con
esta relación pero al mirarla fijamente se acordó de porque la besó aquel día
en el centro comercial. Estaba empezando a sentir algo por ella. Algo muy
fuerte.
Sean volvió a sentarse y miró su plato medio
vacío, enrojecido por el beso. Miró detenidamente su plato y se percató de un
detalle. Había algo escrito en el fondo de la fuente. Un mensaje escrito con
negro yacía bajo sus ojos.
Espero que te haya gustado la ensalada.
La he hecho especialmente para ti.
Sean volvió a estudiar su plato. Sí,
efectivamente no había sido ninguna alucinación. Ahí estaba el mensaje,
semioculto bajo las hojas de la lechuga.
Se levantó rápidamente de la silla,
observando aun la fuente. Sentía retortijones en el estómago y notó que iba a
vomitar. Salió disparado hacia los servicios y escuchó como María le llamaba a
lo lejos.
Entró en uno de los retretes y comenzó a
devolver. Agarró la tapa y la apretó con fuerza. Realmente se sentía fatal.
Tras unos segundos terminó de arrojar y se
limpió la boca con la muñeca y alzó la cabeza hacia la cubierta.
No podía creérselo. Había otro mensaje
escrito con permanente rojo:
¿Te ha hecho gracia esta broma? A
Mallory no le hizo ninguna.
El secreto sobre Mallory volvió a presentarse
en su cabeza, ya que hacía días que se había olvidado del tema.
Se sentó en el baño y cerró los ojos,
esperando que todo eso fuera un sueño. Pero por desgracia, era muy real.