martes, 31 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 3


3
Que comience la revolución

    Me levanto de la cama, aturdida. Siento que la cabeza me va estallar. Me llevo las manos a las sienes y las muevo con suavidad. Miro a mí alrededor y parece como si la habitación diera vueltas. Apenas recuerdo lo que pasó anoche. Lo único que consigo evocar es que bebí absenta y que me sentó como un tiro. Debe ser esto a lo que llaman resaca. Avanzo hasta el final de la estancia y observo mi reflejo en el espejo. Llevo el pelo completamente enredado y una oscura cortina cubre mis párpados. Nunca había tenido tantas ojeras. Me acerco al cristal y veo que mis verdes ojos están hinchados y un poco enrojecidos. A demás, un gran cardenal luce en mi pómulo izquierdo. Anoche fue la primera vez que bebí y la última. Siento una molestia en la garganta y carraspeo para que desaparezca. Pero no lo hace. Comienzo a toser descontroladamente y el olor a alcohol se desborda de mi boca. La nariz me moquea y la temperatura de mi cuerpo es muy alta. Debo haberme constipado.
    Agarro una de las mantas que hay encima del lecho y me envuelvo con ella. Bajo las escaleras, sujetándome a la barandilla para no caerme, y llego al comedor, pero no hay nadie. ¿Se han ido todos? De pronto, una voz a mis espaldas me responde.
    -¡¿A quien se le ocurre salir de fiesta con el tiempo que hace?!-la voz de mi tía Kora se mete en mis oídos y retumba en mi testa. Un  fuerte dolor de cabeza me golpea y necesito apoyarme en la pared para no caer al suelo.  
    -Por favor… no grites…-el sonido que sale de mi boca es apagado y escacharrado. Como yo temía, me he quedado afónica.
    -Eres una irresponsable. Dejas solo a tu hermano solo en casa y te vas de fiesta, sabiendo que está totalmente prohibido.-se acerca a mí y pone entre mis frías manos una taza caliente.
    -¿Qué es?-pregunto antes de carraspear.
    -Café con sal.-cuando dice eso, el estómago se me revuelve. Me llevo la taza a los labios y doy un sorbo. Su sabor es increíblemente asqueroso y, cuando llega a mi buche, mi barriga pega un brinco. A pesar de eso, el calor del café me alivia la garganta. Vacilo un instante, y doy otro sorbo, aunque está vez, lo vacío a la mitad. Cierro con fuerza los ojos y dejo que el amargo líquido pase por mi garganta. Agarro con fuerza la taza y me tapo la nariz para que sepa menos. Vuelvo a aspirar lo que queda en el recipiente y me lo termino. A pesar de que sabe menos, gracias a que tenía la nariz tapada, su sabor sigue siente repulsivo. Dejo la taza en la mesa y mi estomago comienza a quejarse con furia. Me tapo la boca y me dirijo rápidamente al cuarto de baño. Vomito y vomito hasta que no queda ni rastro de café ni de lo que tomé anoche. Me limpio los labios con un trozo de papel higiénico y me levanto del suelo. El dolor de cabeza sigue estando firme, pero el malestar que sentía en el estómago ha desaparecido. A demás, ya no me duele tanto la garganta.
    -Ahora tomate esto.-Kora aparece y me da otra taza caliente. En su rostro, la expresión de enfado no desaparece.
    -No, gracias.-aparto la taza con la mano delicadamente.-No creo que mi estómago resista otro sorbo de esa… asquerosa mezcla.
    -Esto no es café con sal.-una pequeña resista se interpone en su cara de enfado.-Es una infusión de limón y menta.-la cojo y doy un pequeño trago. El dolor de mi garganta desaparece casi por completo y la nariz se me descongestiona. A demás, tiene un sabor suave y dulce. Perfecto para eliminar el gusto del café.-En la mesa está tu desayuno. Tómatelo rápido o llegarás tarde a tu castigo.
    ¿Castigo? Ahora lo recuerdo todo. La policía nos pillo en la fiesta y escapamos. Sin embargo, Jayden calló al suelo, y en mi intento de huida, resbalé con el hielo y un agente me descubrió. Un momento. ¡Jayden! ¿Conseguiría escapar? Un escalofrío recorre mi espalda y mi corazón se acelera.
    -¿Qué ocurrió anoche?-le pregunto a Kora, esperando a que ella sepa los detalles.
    -Un agente te pillo mientras intentabas huir. Tú te desmayaste porque te distes un golpe en el pómulo.-cuando dice eso me llevo la mano a la mejilla y siento la enorme hinchazón bajo mis dedos.-El agente te recogió y te trajo de vuelta a casa. Dijo que te perdonaba la vida, pero que a pesar de eso, tenías que recibir un castigo. A las ocho de la mañana tienes que estar en el instituto, ya que él te estará esperando.
-¿Cuál va a ser mi castigo?-cuestiono mientras me siento en la mesa del comedor. Kora aparta la mirada y comienza a jugar con los dedos, nerviosa.
    -No lo se…
    Miro alrededor, intentando olvidar todo lo que me está pasando. ¿Qué harán conmigo? Alargo el brazo y me sirvo una tostada con mantequilla. Me la llevo a la boca y hago un esfuerzo por tragármela, pero tengo un nudo en el estómago que me impide comérmela. Alzo la vista y descubro un pequeño plato lleno de migas delante de mí.
    -¿Dónde está Luca?-pregunto dejando la tostada en mi plato.
    -Hace rato que se ha marchado al colegio.-responde llevándose la escudilla llena de migas de pan.
    -¿¡Él solo!?-me levanto de la silla y golpeo la mesa con fuerza.
    -Claro. Luca ya es mayorcito y tú le sobreproteges demasiado.-pronuncia sin levantar la vista de su vaso de leche.
    -Lo protejo porque es mi deber…-entonces la imagen de mi padre flota en mi cabeza. Me hizo prometer que cuidaría de mi hermano pequeño y eso es lo que debo hacer. Segundos después, las lágrimas acuden a mis ojos. Acordarme de mis padres siempre me pone muy triste y a veces me cuesta pensar en ellos, pero tengo que hacerlo. Mi madre me dijo una vez: <<Si un ser querido muere nunca dejes de recordarle. Así siempre estará vivo en tu corazón>>. De pronto, tras recordar las palabras de mi madre, una pregunta surge en mi mente. ¿Sabrían mis padres que iban a morir? Alzo la vista hacia el reloj, y me percato de que son casi las ocho. Subo a mi habitación y, tras prepararme para ir al instituto, bajo las escalera y me marcho por la puerta, sin pronunciar palabra hacia mi tía, pensando todavía en mi madre.

    Llego al colegio cinco minutos tarde, y no hay nadie en los alrededores. Levanto la mirada y observo que todos están ya dentro de las aulas. Entro en el edificio y me dirijo hacia mi clase, esperando encontrar a Jayden. La puerta del aula está abierta y la profesora de historia está dando clase. Me apoyo contra la pared para que mi maestra no me vea y observo el interior. Un escalofría me pone la piel de gallina. No solo Jayden no está dentro, si no que Eva tampoco. No puede ser. ¿Los atraparían a los dos? Vuelvo a echar un vistazo y descubro que Narel está sentada en su pupitre. Alzo las manos y las muevo rítmicamente para que me vea, pero es en vano. Está tomando apuntes de lo que dice la profesora, y en ningún momento alza la vista. Agacho los brazos y me vuelvo a apoyar en la pared. Entonces, alguien me asusta por detrás.
    -Con que aquí estabas, preciosa…-era el agente que me descubrió deambulando por la noche. Tengo lagunas sobre lo que ocurrió en la fiesta, pero de este personaje me acuerdo perfectamente. Es un poco más alto que yo, y una inmensa barriga asoma bajo el uniforme; tiene el cabello negro canoso y los ojos son de un extraño color gris. Me agarra con fuerza de la muñeca y me arrastra hasta los servicios.-Prepárate para tu castigo.-cierro los ojos y los puños con fuerza hasta hacerme daño, esperando a me pegara. Pero no lo hace. Abro los párpados y observo que un atavío gris entre los brazos.-Póntelo.
    -Perdone, pero… ¿Cuál es mi castigo?-le pregunto, apartándome de él.
    -Debes limpiar los baños del centro.-dice mientras se cruza de brazos. Yo suspiro, aliviada. Por un momento había pensado que me quería hacer daño. Agarro el vestido y lo miro. Aunque más que un vestido, es un trozo de tela, pues es cortísimo. Segundos más tarde, me visto con él, y el agente me entrega una fregona y un cubo de metal. El guardia coge una silla y se sienta al final del servicio, observándome. Asgo la fregona y la humedezco en el cubo, mientras me bajo al vestido. El traje termina en medio dedo por debajo de mi trasero y un enorme escote se abre en mi pecho. Comienzo a limpiar el suelo y me percato de que el agente me está mirando de arriba a bajo con una pequeña sonrisa en su rostro.
    -Te has dejado una mancha…-masculla mientras me señala al suelo con su enorme dedo índice. Me doy la vuelta y paso el mocho donde me había indicado.-Ahí no. Más a la derecha.-yo obedezco y paso con fuerza el húmedo cepillo sobre el pavimento.-Ahí tampoco.-luego se levanta y se acerca a mí, tocándose la entrepierna.-Déjame que te ayude, preciosa.-me agarra por la cadera y se apoya en mí. Yo dejo caer la fregona, paralizada. El agente comienza a deslizar sus enormes manos por mi figura hasta subir a mis pechos. Yo agacho la cabeza e intento ocultarme entre mis brazos, asustada. No puedo parar de temblar y no tengo fuerzas para apartarlo.
    -Por favor… no me toque…-el estómago se me encoge y las piernas comienzan a temblarme. Luego, mete las manos por debajo del atavío y se desliza por mi piel. Me incorporo y me impulso hacia delante, apartándome de él. Este me agarra rápidamente por la muñeca y me vuelve a atraer hacia él. Luego estampa mi cuerpo contra la pared y se echa encima de mí.
    -Nos lo vamos a pasar muy bien, preciosa…-masculla entre dientes, echándome su apestoso aliento. Segundos después, escucho como se baja la cremallera del pantalón. Mete de nuevo las manos bajo mi ropa y manosea mis caderas. El pánico se apodera de mí y las lágrimas avanzan por mis mejillas. Soy incapaz de moverme y me cuesta respirar. El agente enreda sus dedos entre mi ropa interior e intenta bajármela, pero yo se lo impido como puedo. Entonces le miro a los ojos y veo mi reflejo en ellos. Pero la que se refleja en ellos no soy yo. La chica reflejada está asustada y loca de miedo, pero yo no soy así. Yo soy valiente y lucho por la libertad. Es hora de que la asustada niña desaparezca para siempre.
    De pronto, algo se rompe dentro de mí, libreando una extraña sensación que avanza con velocidad en el interior de mí ser. Una sensación que satisface, que me da fuerzas. Instantes después, me armo de valor y arremeto contra el asqueroso agente un puñetazo en la barriga. Este se aparta con torpeza, pues los pantalones se le han caído a los tobillos. Miro al suelo, intentando encontrar algo que poder llevarme a las manos y utilizarlo contra él. Me abalanzo contra el enorme frasco de lejía que el policía me había dado para limpiar el pavimento; lo agarro entre mis manos y vierto el nocivo líquido hacia su cara.
    -¡Mis ojos! ¡Me arden!-grita de dolor, llevándose las manos al enrojecido rostro. Luego alzo la pierna y le doy una fuerte patada en el cuello. Este se tropieza con sus pantalones y se cae al suelo, golpeándose la sien contra la taza de uno de los inodoros. Durante un instante, me quedo quieta sin saber que hacer, hasta que me acerco al cuerpo inconsciente del guardia y le robo las dos pistolas que lleva amarradas al cinturón. Salgo del servicio, sujetando una pistola en cada mano. Me quedo parada cuando escucho voces que provienen del pasillo contiguo; asomo la cabeza con cuidado y descubro que son tres agentes. De repente, sin saber porque, paso por delante de ellos a toda velocidad. Ellos se percatan de que voy armada y comienzan a perseguirme a lo largo del pasadizo. No se porque acabo de delatarme. Es como si algo me hubiera dicho que debía hacerlo.
    Entro en el aula de ciencias y me escondo tras una estantería llena de frascos de distintos colores y tamaños. Los tres agentes entran dentro, en mi búsqueda. Entonces, la misma sensación que se ha liberado en los lavabos, aparece de nuevo. Me apoyo contra la estantería y la empujo con todas mis fuerzas. Esta se precipita y cae sobre los guardias. Los observo en el suelo y, una vez me percato de que están inconscientes, me abalanzo a sus cuerpos y cojo el rifle que llevaba uno de ellos enganchado en el hombro. Me doy la vuelta para salir de la estancia, pero alguien me sorprende y yo me caigo, golpeándome el codo contra el duro pavimento. A pesar del dolor, sujeto el arma entre mis manos y apunto a quien me había asustado. Pero de inmediato, agacho el rifle al darme cuenta de quien era.
    -Por fin te encuentro, Alice.-dice Eva, tendiéndome una mano. Yo la acepto y me levanto, frotándome el codo.-Veo que sabes pelear…-pronuncia mientras mira a los agentes por encima de mi hombro.
    -Menos mal que estás aquí.-le digo respirando entrecortadamente.- ¿Qué ocurrió después de que me marchara de la fiesta?-pregunto esperando hallar respuesta.
    -¿Con eso te refieres a qué si Jayden está bien?-cuestiona arqueando una ceja. Yo agacho la cabeza, avergonzada. Se me había puesto la cara como un tomate.-Sí, está bien. Consiguió escapar poco después de que tú huyeras. Al igual que todos, nos refugiamos en nuestras casas y no nos pillaron. Bueno, menos tú. Patosa…-se acerca y me da un pequeño puñetazo en el hombro mientras sonríe. Luego, la expresión de la cara cambia bruscamente.-Ahora rápido, debemos marcharnos.
    -¿A dónde?-le digo cruzándome de brazos.
    -Ya lo verás… Solo ven conmigo.-alarga el brazo y me agarra de la muñeca.
    -No.-yo me suelto y me alejo unos pasos de ella. Estoy harta de tantos misterios. Quiero respuestas.- ¿Qué está ocurriendo?
    -El Gobierno te está buscando, Alice.-esas palabras hacen que me aleje más de ella.
    -¿Por qué?-le cuestiono mirándola fijamente a sus verdes ojos.
    -Por ser quien eres…-¿a qué se refería con eso?
    De pronto, se oyen pasos que provienen del pasillo y Eva y yo nos ocultamos detrás de la puerta. Cuando el sonido desaparece, salimos de la estancia. Pero yo me detengo de repente, haciendo que Eva tropiece.
    -Espera… no pienso marcharme sin mi hermano.
    -Pero no hay tiempo de entretenerse. Debemos irnos ya.-replica tendiéndome la mano para que me sujeta a ella de nuevo. Pero yo no cedo.
    -No iré contigo sin mi hermano.-aparto la mano con delicadeza, frunciendo el ceño.
    -De acuerdo. ¿Dónde estará tu hermano?-me pregunta, estirándose la espalda.
    -A esta hora estará en el patio.-le digo mirando al techo. Y sin decir palabra, me agarra del antebrazo y nos dirigimos al claustro del colegio.
    Nos escondemos detrás de uno de los enormes pilares que rodean el patio. Miro con cuidado y me percato de que cinco agentes vigilando que no ocurra ningún altercado. Vuelvo a echar una ojeada y descubro a mi hermano sentado en el suelo con uno de sus amigos.
    -Estupendo. Hay cinco guardias en los alrededores.-grazno mientra me aparto un mecho de pelo que había caído sobre mi rostro.
    -No hay problema.-saca la testa de nuestro escondrijo y mira a los niños que juegan en el patio.- ¿Tu hermano es el qué tiene el cabello el castaño claro y está sentado en el suelo?-yo asiento sin pronunciar palabra y le doy una de las armas que le había robado al agente que había intentado violarme en los servicios.-Será fácil.-masculla mientras sonríe y quita el seguro de la pistola.
    -¿Cuál es el plan, Eva?
    -Tú cúbreme las espaldas desde aquí…-y tras eso, sale de detrás de la columna y, pistola en mano, se dirige hacia mi hermano. Yo no puedo apenas reaccionar por lo rápido que sucede. Eva alza el arma y comienza a disparar a los agentes con gran velocidad, que tampoco llegan a responder. Aparto la mirada y vuelvo a esconderme detrás del pilar. Lo único que escucho son cinco disparos. Una vez el silencio se apodera del ambiente, vuelvo a asomarme. Los cinco guardias se hayan en el suelo, muertos. Los miro con detenimiento y veo que los disparos han sido muy limpios. Es como si Eva llevara tiempo utilizando armas. Y no solo eso. También sabe pelear perfectamente. Segundos más tarde, ella aparece con Luca, que parece desconcertado. Me agacho hasta estar a su altura y lo abrazo con fuerza.

    Eva, Luca y yo salimos corriendo del centro, a punta de pistola. Avanzamos por las estrechas calles, intentando no resbalar por el frío hielo. Necesitamos parar un par de veces ya que yo me estoy congelando. Sigo llevando el corto vestido y, además de que no me resguarda nada de la baja temperatura, se ciñe tanto a mi cuerpo que me impide correr con normalidad. Continuamos corriendo hasta que, tras un par de minutos, llegamos a casa.
    -Alice, ¿qué está pasando?-me pregunta mi hermano, quedándose quieto en frente de la puerta.
    -Es una larga historia. Te la contaré más tarde.-me dirijo hacia la puerta y, de repente, esta se abre sin que yo la toque. Mi tía Kora aparece tras ella, llevándose una sorpresa.
    -Qué rápido habéis terminado hoy.-Kora vuelve a entrar y nos hace un gesto para que la sigamos.-Dime Alice, ¿cuál era el castigo?
    -Ahora no hay tiempo para eso.-suelto a mi hermano y me acerco a ella.-El Gobierno nos está siguiendo.-tras decir eso, Kora se aparta de mí con una débil sonrisa.-Sabía que este día llegaría…
    -¿A qué te refieres?-estas últimas palabras hacen que me aparte de ella.
    -Alice, es hora de que te digamos porque murieron tus padres.-una voz masculina suena a mis espaldas. Me doy la vuelta y descubro a mi tío Darel, que acababa de llegar de trabajar. Yo no pronuncio ninguna palabra; me limito a sentarme y ha escuchar lo que tanto había deseado averiguar.
    -Verás, cariño…-Darel se sienta a mi lado y me pone una mano en el hombro.-Tus padres murieron por ser rebeldes. Se levantaron contra las medidas del Gobierno y, gracias a ellos, aún existen personas que desean el cambio.-Alza la vista y mira a Eva, que sonríe tímidamente.
    -Tus padres no murieron en vano.-Kora se acerca a mí y me abraza.-Tus padres fueron héroes, cariño. Ellos sabían que iban a morir, pero también sabían que su labor no había acabado. Ellos viven en ti, Alice. Tú eres la única esperanza de derrotar al Gobierno.-entonces, las lágrimas caen de mis ojos. Abrazo a mis tíos y a Luca, que también está llorando. Por fin esta incógnita que me había estado atormentando y que nunca había podido despejar se ha resuelto, y eso me produce una gran satisfacción.-Ahora debéis marcharos.
    -De acuerdo…-me levanto de la silla, limpiándome las lágrimas. Subo a mi habitación y, después de cambiarme de ropa, me preparo una mochila con ropa y un par de libros. Abro el armario y busco el saquito morado que me había dado mi padre antes de dejarme. Lo encuentro al final de este, oculto entre una camisa. Lo pongo en la palma de mi mano y lo miro fijamente; nunca había tenido el valor suficiente para abrirlo. Lo guardo en la mochila y bajo al comedor. Agarro unas cuantas latas de atún, un frasco de leche y una barra de pan y lo meto dentro de una bolsa de cuero marrón. Luca baja de inmediato con una enorme mochila a sus espaldas y un saco azul amarrado a su mano.
    -¡Rápido!-Eva se asoma por la puerta principal y, seguidamente, se mete dentro.-La policía viene hacia aquí.
    -¡Marchaos por aquí!-Kora nos abre la puerta de atrás y se acerca a mí.-Pase lo que pase, no volváis aquí.
    -¿Qué quieres decir con eso?-yo la agarro de las manos y veo caer las lagrimas sobre sus mejillas.
    -Nosotros no iremos con vosotros, cariño.-esas palabras hacen que de un respingo. Mis ojos vuelven a humedecerse.
    -¡No! ¡No quiero volver a perder a otro ser querido!-me acerco a ella y la abrazo con fuerza y dejo que mis ojos se desborden.
    -Nosotros nunca nos iremos de tu lado. Siempre que nos recuerdes viviremos en tu corazón.-Darel se une a nosotros y nos rodea con sus brazos.
    -Pero… ¿por qué?- mi voz se atranca por culpa de mi tristeza.
    -Tu tío y yo ya hemos cumplido con nuestro cometido. Cuidaros a ti y a tu hermano ha sido lo más hermoso que hemos hecho en nuestras vidas.-se acerca a mi y me habla al oído.-Ahora marchaos… Cuida de Luca.- Tras eso, salimos de la casa. Eva me ayuda a avanzar y nos ocultamos entre las dos casas que hay detrás de la nuestra. El silencio se apodera del ambiente. Me doy la vuelta y miro por la ventana. De pronto, dos flases seguidos de dos disparos rompen con el sepulcral silencio. Yo intento gritar pero no me salen las palabras. Cientos de lágrimas caen por mis mofletes. Intento volver a casa, pero Eva me lo impide. Me agarra con fuerza por los hombros y yo forcejeo moviendo mi cuerpo con brusquedad. Pero finalmente cedo, cayéndome de rodillas. Luca se derrumba encima de mí, llorando. Deslizo mi mano sobre su nuca y lo atraigo hacia mí. Lo abrazo con fuerza para que se calme, para que sepa que yo siempre estaré con él. Ahí es cuando vuelvo a sentir que algo dentro de mí se quiebra, liberándome de la tristeza y del dolor. Me levanto del suelo y miro al cielo; aprieto mis puños con fuerza hasta hacerme sangre en la palma de mi mano. Entonces sé que estas no serán las únicas muertes que encontraré en mi vida. Debo ser fuerte por Luca y por mí. Me giro y miro a Eva con los ojos enrojecidos, y pienso algo que me provoca que el corazón se acelere: <<Qué comience la revolución>> 

lunes, 23 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 2


2
Galletas de vainilla y canela

    Me siento delante del espejo empañado y paso el cepillo sobre mi rubio cabello. Ayer fue un día muy largo. Eva, Narel y yo nos saltamos las normas, y eso fue algo que me sentó muy bien. Además, fue la primera vez que tenía una conversación de verdad con Jayden. No puedo dejar de pensar en lo que me había dicho: <<¿Puedo regalarte algo?>> Estoy muy impaciente por averiguar que es lo que me tiene preparado. Miro mi reflejo y me doy cuenta de que se ha dibujado en mi rostro una estúpida sonrisa de oreja a oreja. Es la primera vez que me ocurre mientras pienso en alguien. Miro el reloj y me percato de que si no bajo rápido a desayunar, llegaré tarde al colegio. Aunque prefiero no ir. No quiero saber la reprimenda que me va ha caer. Me visto con el uniforme y bajo al comedor, inconsciente de lo que me espera abajo.
    -¡Felicidades!-gritan mis tíos y Luca al unísono. Yo no puedo evitar dar un respingo, y del susto, me precipito contra la pared.
    -No puede ser…-pienso. Al final, el día que había estado evitando, ha llegado. Hoy cumplo dieciocho años. Miro a la mesa y descubro en el centro una tarta de almendra con merengue decorada con flores negras y grises y con bolitas plateadas de caramelo. Alzo la vista y veo que mi tío Darel también está aquí.-¿No deberías estar trabajando?-le digo.
    -¿Eso es todo lo que tienes que decir?-reprocha Kora. Entonces se miran de reojo y ella muestra una mueca de preocupación.
    -Me he tomado el día libre.-responde mirando al suelo. Yo me llevo la mano a la cabeza. En los tiempos que corren, tomarse los días libres por tu cuenta está terminantemente prohibido. Y si lo haces, no te pagan el salario de ese mes. Y no estamos para eso. Además, la tarta tiene pinta de haber costado una fortuna y no podemos gastar tontamente el dinero.
    -No deberías haberme preparado esto. No podemos permitírnoslo.-suspiro mirando al suelo. La verdad, es que me hace muy feliz que me hayan comprado un pastel y que mi tío esté aquí para celebrarlo. Lo que me enfada es que se han gastado dinero que no tenemos y que nos hace falta, y probablemente, nos pasará factura.
    -Eres una desagradecida…-Kora me lanza una furiosa mirada y luego se marcha del comedor. Mi tío se sienta en la mesa y parte un pequeño trozo de tarta; se lo pone en plato y sube a su habitación sin dirigirme la palabra. Miro a mi hermano y, después de servirse un trozo de pastel, me mira negando con la cabeza.
    -Toma.-se acerca a mí y me pone en la palma de la mano un saquito marrón.-Espero que te guste mi regalo…-y  desaparece de mi lado, dejándome sola en la habitación. Abro la bolsita de cuero y saco lo que hay en su interior: un precioso collar hecho con piedrecitas de colores que brillan bajo la luz de las bombillas. Entonces sé que lo que he hecho ha estado muy mal. Mi familia me prepara una sorpresa con tarta y regalos y yo lo estropeo todo portándome como una borde. Me siento en la mesa y me sirvo un cacho. Cojo uno de los tenedores que tengo en frente y pruebo la tarta; está deliciosa.

    Luca y yo llegamos al centro a la hora de siempre. Él no me ha dirigido la palabra en todo el trayecto. Y lo entiendo; si yo fuera él tampoco habría hablado conmigo. Hoy hace más frio que ayer y el cielo está encapotado por una enorme nube negra. Miro al cielo y parece que comienza a nevar. Abro la mano y dejo un copo caiga sobre la palma de mi mano. Lo estudio y descubro que no es nieve lo que cae del cielo. Es ceniza. ¿Qué estarán quemando? Avanzo hasta el pabellón sin quitar la vista del horizonte; sea lo que sea que estén quemando, lo están haciendo en las afueras de la ciudad, detrás de las montañas de Ebany. Me detengo cuando una voz familiar me llama a lo lejos.
    -¡Feliz cumpleaños!-Narel aparece detrás de mí y me abraza. Yo intento esbozar una sonrisa para que no descubra lo triste que estoy, pero es en vano. Pero a pesar de que sabe que no estoy contenta, no me pregunta el motivo. Únicamente asiente y me agarra de las manos.- ¿Qué te han regalado?
    -Me han preparado un desayuno con una enorme tarta de almendras.-agacho la cabeza, pensando el error que he cometido esta mañana.-Y Luca me ha regalado este collar.-meto la mano en la mochila y saco el abalorio de colores.
    -Es muy bonito.-sonríe y lo coge para verlo mejor.-Yo también tengo un regalo para ti.-Narel pone las manos en la espalda y da un pequeño saltito.
    -¿Y qué es?-pregunto, intrigada.
    -Tendrás que esperar a que terminen las clases para descubrirlo…-una sonrisa aparece en su rostro y luego se marcha al interior del edificio. ¿Qué tendrá preparada?

    Pasan las horas y cada vez que se acerca la hora del recreo me arrepiento más de lo que dije ayer en la clase de matemáticas. ¿Qué castigo me depara? ¿Me encerraran en una habitación durante largas horas? ¿Me torturarán por haber expresado mi odio hacia el Gobierno? ¿O me matarán por qué ya tengo soy mayor de edad? Sea lo que sea que me hagan estoy muy asustada. La chica que ayer consiguió alzar la voz en contra del Gobierno se ha convertido en una ingenua y cobarde chica que se esconde. Suena el timbre para salir al patio y el corazón se me encoge. Pero no debo dejarme vencer por el miedo. Me levanto del pupitre y salgo al exterior. Miro hacia todos los lados, esperando mi castigo.
    Segundos más tarde, aparece al final del pasillo; pero no está solo. Dos agentes le acompañan a sus espaldas. Los nervios se apoderan de mí. ¿Qué me va a ocurrir? Entrecierro los ojos y me percato de que llevan las armas amarradas al cinturón. Entonces entiendo que todo acaba aquí. Me pegarán un tiro en la cabeza y dejaran mi cadáver en la calle. Seguramente colocarán carteles por el motivo de mi muerte. Hace un año pegaron pancartas con imágenes del cadáver de un hombre que se opuso al Gobierno, e incluso colgaron su cuerpo en el puente. Fue una mala experiencia para nosotros, y las pocas ganas que habían de luchar contra las injusticias desaparecieron.
    A pesar de eso, no me muestro asustada. Si voy a morir, debo hacerlo con la cabeza bien alta. Así mostraré que aún hay gente que se opone al Gobierno y quizá algunas personas vean que si se unen tienen posibilidades de luchar. Me muevo y me quedo de pie en medio del pasillo, con la cabeza bien alta. Entonces, mi profesor se queda parado delante de mí.
    -Estoy preparada.-digo mirándole a los ojos.
    -¿Preparada para qué?-la pregunta me sorprende. Es imposible que se haya olvidado de lo que hice ayer en su clase.
    -Preparada para mi castigo.-Arqueo una ceja, extrañada. Los agentes se giran y me miran fijamente, frunciendo el ceño.
    -¿Castigo?-empieza a reírse y pone la mano sobre mi hombro derecho.-Tus notas son excelentes y tu comportamiento es estupendo. No veo porque debería castigarte.-entonces me guiña un ojo, ocultando vagamente el rostro para que los guardias que lo acompañan no lo descubran. Ahí es cuando descubro que, a pesar de que me gritara ayer en clase, sabe que estaba en lo cierto. Pero, si los agentes de policía no están aquí para hacerme pagar lo que dije, ¿qué hacen aquí?
    -Bueno, Alice.-se lleva la mano a la corbata y se la ajusta al cuello.-Debemos marcharnos. Estos señores y yo debemos hablar en mi despacho.- ¿hablar? ¿Sobre qué? ¿Qué está ocurriendo? Mi profesor y los agentes se marchan y se meten dentro del estudio. Un escalofrío me recorre la espalda cuando una idea flota en mi mente. ¿Lo van a matar? No puede ser. El señor Williams respeta las normas al pie de la letra y nunca ha expresado dio hacia el Gobierno o a sus medidas. No. Debe tratarse de otra cosa.

    Horas después, el instituto termina y me marcho con Luca a mi casa. Entramos dentro, pero no hay nadie. Mi tío Darel no habrá vuelto del trabajo y Kora se habrá marchado ha trabajar a la sastrería. Dejo la mochila en el comedor y mi hermano se dirige ha mi habitación. Ando hacia a la cocina y me sirvo otro trozo de tarta, que está intacto excepto por los pequeños trozos que hemos cortado esta mañana. Me siento en la mesa y me lo como sin ganas. En mi mente aún ronda muchas incógnitas y preguntas sin resolver. De pronto, el timbre rompe el silencio de la estancia. Me dirijo hacia la puerta y la abro, sorprendiéndome al ver quien me espera en el exterior.
    -¿Estás preparada para ver mi regalo?-Narel sonríe en frente de mí y me tiende una mano para que la siga.
    -Por supuesto.-esbozo una sonrisa y consigo que las preguntas que rondan en mi cabeza se disipen.-Pero espérate un momento. Voy a dejarles una nota para que sepan que me ido contigo.-arranco una hoja de la libreta que tengo la mochila y escribo en ella. Luego me dirijo a la habitación de mi hermano y le sorprendo haciendo los deberes.
    -Luca, me marcho con Narel.-me acerco a él y me agacho para ponerme a la altura del escritorio donde está sentado.-Te quedas solo en casa, así que no abras la puerta a nadie a no ser que sean lis tíos.-él se gira y frunce el ceño, molesto.
    -Ya no tengo seis años. Se cuidarme solo.-luego se acerca a mí y me abraza con fuerza.
    Bajo las escaleras y sigo a Narel, que anda rápidamente por las estrechas calles. Alzo la vista y veo que está anocheciendo. ¿Cuál será mi regalo? Nos dirigimos a un callejón cerrado. Al final hay una enorme puerta que es difícil de ver ya que es del mismo color que las paredes que la rodean. Entramos y bajamos una enorme escalera. Tengo que agarrarme a la barandilla ya que a medida que bajas la luz es más escasa. Cuando llego al final descubro que Narel no está a mi lado. Me doy la vuelta y veo como la puerta por la que hemos entrado se cierra lentamente. La oscuridad se apodera de todo lo que me rodea. ¿Qué está ocurriendo? De pronto, la luz se enciende de golpe, cegándome. Miro a todas las direcciones intentando vislumbrar quienes hay en la sala, pero las chiribitas me lo dificultan. Hasta que de repente, todos los presentes gritan una palabra que retumba en mis oídos.
   -¡Sorpresa!-las chipas en mis ojos desaparecen y veo que todos mis amigos están allí. Me han preparado una fiesta sorpresa clandestina. Las lágrimas caen por mis mejillas de la emoción. Nunca nadie había hecho eso por mí. La sala es redonda y hay varias mesas dispersas por la estancia. Al final hay una barra llena de botellas y frascos con extraños colores, y la luz que alumbra es de un tono verdoso.
    -¡Muchísimas gracias!-Narel se acerca y me da un abrazo; yo lo acepto y la beso en la mejilla. Me agarra de la mano y me lleva a la mesa que está llena de aperitivos: gusanitos que queso, patatas fritas de exóticos colores, pequeñas piezas de sushi. Esto debe costar una fortuna. Al principio me siento mal porque se han gastado mucho dinero por mí, pero intento que esa idea desaparezca de mi cabeza. No quiero cometer el mismo error que he cometido esta mañana.
    Alargo el brazo y cojo una patata de color violeta y me la llevo a la boca. Tiene un sabor salado y un poco agridulce. Luego asgo otra de color azul pálido. Esta sabe a pescado con albahaca. Cierro los ojos y saboreo con todo detalle el sabor de estos manjares. Esto es algo que no se come todos los días. De pronto, siento que alguien me toca la espalda. Me giro y me asombro al ver quien es.
    -Hola Eva.-me cerco y la saludo en la mejilla. La verdad es que me sorprende que esté aquí. Ayer ella y Narel no se mostraban muy amigables después del incidente de clase.-Me alegro de que estés aquí.
    -¿Cómo no iba a venir? No me lo habría perdido por nada del mundo.-se acerca a mí y me da la mano.-Ven, quiero presentarte a un amigo que está interesado en ti.-me aleja de Narel, que parece que está bastante entretenida saboreando los aperitivos de queso, y me lleva a otra mesa. Me giro y veo que en frente de mí hay un misterioso hombre de cabello blanco que oculta ligeramente su rostro bajo una capucha de color azul.
    -Ella es Alice.-Eva sonríe y se hacer a él. Parece que le ha dicho algo al oído. Sea lo que sea que haya dicho, a él parece que le ha gustado.
    -Encantado de conocerte Alice.-me extiende la mano y yo la acepto. Este me la aprieta y yo no puedo evitar dar un pequeño respingo. Por lo que sugiere su fuerza y su cuerpo, debe de hacer mucho ejercicio físico. Luego mira a Eva y esta asiente.-Así que, ¿eres hija de Dainan y de Kylie?-esas palabras hacen que me aleje un poco de la mesa. ¿Cómo sabe eso?
    -No te asustes Alice.-Eva me coge de la mano y me mira fijamente.-Él es Finn, y es…-él la interrumpe antes de que pueda terminar.
    -¡No lo digas!-Finn estira la capucha hacia abajo para ocultar más rostro.-Este no es un lugar seguro. Además, aunque sea hija de Dainan y Kylie no podemos fiarnos de ella. Aún no.-yo les observo frunciendo el ceño y me alejo de su mesa. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabe el nombre de mis padres? Me dirijo a la barra, intentando ocultarme para que no descubran donde estoy. De repente, alguien delante de mí me dice algo y consigue extraerme de mis pensamientos.
    -¿Qué quiere tomar?-me pregunta el camarero. Miro las botellas de colores y descubro que todas llevan alcohol. La verdad, es que nunca había bebido y no me llamaba mucho la atención. Abro la boca para hablar y decirle que mejor no me pusiera nada, pero alguien se interpone.
    -Dos copas de absenta, por favor.-me doy la vuelta, molesta, y descubro quien es. Mi corazón se dispara al descubrirlo.
    -Hola Jayden.-dentro de mí, siento como si alguien estuviera bailando en mi estomago y me gritara que le besara. El sirviente nos sirve dos copas llenas de líquido de color verde muy llamativo. ¿De verdad se puede beber? Bueno, ya he comido patatas de color violeta y azul, así que no es lo más raro que voy a probar esta noche. Agarro el baso y me lo llevo a la boca. La absenta se esparce por los rincones de mi boca, permitiéndome saborearla. Tiene un gusto a anís junto con varias especias aromáticas. Cuando lo trago, siento como me arde la garganta. Miro hacia las botellas que hay alrededor; parece que el contenido de ellas brille y rebote en la semioscuridad del local. Creo que me está sentando mal la absenta.
    -No te preocupes.-Jayden da un sorbo como si nada de su vaso.-La absenta hace que tengas alucinaciones.-se ríe y da otro pequeño sorbo del verde fluido.- ¿Es la primera vez que bebes alcohol?-yo asiento y me agarro a la barra para no caerme. Creo que es lo peor que he probado esta noche. Aunque, la verdad, es que sabe muy bien. Doy otro sorbo y cierro los ojos con fuerza. Miro la botella que el metre nos ha dejado delante. ¿Qué lleva este alucinógeno llamado absenta? Leo con dificultad el nombre inscrito en el frasco: La Fee Verte. Me fijo mejor y observo que hay dibujada un hada de color verde en ella. De pronto, el hada empieza a bailar, moviéndose de forma sensual. Cierro y abro los ojos para disipar esa alucinación, pero no desaparece. Jayden empieza a reírse y yo le miro, extrañada. Debo tener una cara muy divertida para que se tronche de esa forma.-Por cierto, te he traído tu regalo.-se me había olvidado por completo. Con todo lo que me ha pasado hoy ya no me acordaba.-Ven, quiero que lo veas.-me tiende la mano y mi corazón se acelera. En mi estomago noto una agradable sensación cuando le doy la mano. Pero antes de marcharme, cojo la copa y me la termino de un trago. Noto como me sube a la garganta y me tiemblan las sienes. Pero no es una sensación que me desagrada.
Miro al techo mientras avanzo por la estancia; las alucinaciones comienzan a ir a peor. Las luces verdes del techo se transforman en pequeños y delicados pájaros que bailan a mí alrededor. El oscuro suelo se tiñe de azul y bonitas flores florecen bajo mis pies. No se si la absenta es mala para la salud (seguro que sí. Todo lo que más me gusta no es conveniente para la salid) pero me encanta ver las cosas de otro modo. Jayden me lleva a un estrecho pasadizo que hay cerca de la salida. Cierra la puerta y la oscuridad es casi absoluta. Me apoyo en él para no caerme ya que las piernas se me mueven solas. Entonces, saca una cajita de color azul oscuro de detrás de él.
    -No es gran cosa, pero como he oído que te gustan…-agarro la caja entre mis temblorosas manos y la abro. Mi respiración se hace intermitente y el vaho sale de mis labios por el frío de la noche. Son galletas de vainilla y canela. Cojo una y me la llevo a la boca. Mi lengua salta de alegría cuando la saborea. Son exactas a las que hacían mis padres. De repente, una sensación se apodera de mí ser. No se si es otro efecto del alucinógeno verde, pero me abalanzo sobre él y le beso en los labios. Para mi sorpresa, Jayden no se aparta. Cierro lo ojos y bebo de ese beso. Mi corazón se calma y siento como se libera la adrenalina de mi cuerpo. Alzo las manos y las poso sobre su nuca, atrayéndole a mí. Pequeñas lágrimas aparecen en mis verdes ojos. Nunca nadie me había hecho sentir de esa forma. Sin embargo, algo nos extrae del intenso beso.
    -¡La policía viene hacia aquí!-una voz nos advierte en el interior. Jayden se separa de mí y me coge la mano. Volvemos a entrar y ayudamos a recoger para que no nos vean. Escondemos las bebidas en una despensa oculta que hay al lado de la barra. Apagamos las luces y nos ocultamos entra la oscuridad. Segundos más tarde, dos agentes entran en la estancia, andando a tientas. Me tapo la boca para que mi respiración no me delate. Aprieto la mano de Jayden y me pego a él. A pesar de que la oscuridad es total, siento que Jayden me besa en la frente y me abraza. De pronto, el transmisor de uno de los guardias se activa y su luz nos delata. Lo siguiente ocurre muy rápido. Los agentes se pelean con los asistentes y viceversa. Puedo escuchar varios gritos y disparos en la sala. Alguien enciende la luz y descubro que solo son cuatro agentes. Cuatro agentes contra más de veinte personas. Jayden tira de mí y me lleva hacia la salida. Me giro y veo como un guardia intenta golpear a Eva, pero esta arremete una fuerte patada contra él en el cuello y cae al suelo, inconsciente. Los demás pelean con las botellas o con los propios puños. Entonces lo veo claro en mi mente. Si hubiera una revolución, saldríamos ganados. El pueblo supera a las fuerzas del Gobierno. Por eso eliminan a todo aquel que exprese su odio y ganas de lucha contra ellos. Tienen miedo.
    Jayden me saca del alborotado local, pero el suelo está lleno de escarcha y caemos. Me giro, aún aturdida por los efectos de la bebida, y veo que a Jayden le cuesta mucho levantarse. Me acerco a él para que se levante del frío suelo, pero me aparta con suavidad.
    -Debes huir. Corre y no te pares hasta llegar a casa.-luego se incorpora como puede y me guiña el ojo. Y entonces comprendo que debo hacerlo. Huir hasta ponerme a salvo. Avanzo a gran velocidad por las estrechas calles, esquivando a las tropas de agentes que hacen la ronda nocturna. Troto todo lo rápido que me permiten mis piernas, la absenta y el hielo en el suelo. Pero de pronto, resbalo y me caigo, golpeándome la mejilla contra la acera. Intento levantarme y entiendo porque Jayden no se podía alzar. El pavimento está tan lleno de escarcha y hielo que es casi imposible ponerse en pie. Me apoyo en la pared y me levanto lentamente. Cuando lo consigo, miro a mis pies con dificultad. Mi visión es borrosa y me laten los oídos. El golpe en el pómulo me ha dejado totalmente aturdida. Deslizo con suavidad la palma de mi mano sobre mi mejilla, que está ardiendo e hinchada. Levanto la vista y doy un respingo al ver que delante de mí hay un agente de brazos cruzados.
    -¿A dónde te crees qué vas, preciosa?-y después de eso pierdo el conocimiento y me caigo al suelo. Lo único que consigo ver después es el hálito saliendo de mi boca, que cubre mi borrosa visión.  

martes, 17 de julio de 2012

En tierra quemada: Cap. 1


1
Libertad limitada

    Entro en el cuarto de baño a buena hora de la mañana. En mi mente vuelan las imágenes del sueño de esta noche y eso me produce dolor de cabeza. Me desnudo delante del espejo y observo como se me marcan las costillas y la clavícula a través de la piel. Me meto en la ducha y abro el grifo. A pesar de que el agua está congelada y es invierno, dejo que recorra todos los rincones de mi cuerpo. Me tumbo en la bañera y me paso la mano por la frente; creo que me ha bajado la fiebre.
    Segundos más tarde, salgo de la tina y cubro de mantas todo mi cuerpo. Hace años que la calefacción está pagada, ya que mis tíos no pueden pagarla. Solo los ricos pueden. Me dirijo a mi habitación y me visto con la ropa del colegio. Todos los uniformes son iguales: estrechos pantalones oscuros y enormes chaquetas negras de cuello alto. Me siento en la cama y me calzo con unas viejas deportivas blancas y desgastadas. Nunca sabes cuando vas a necesitar salir corriendo. Bajo a desayunar y me siento en la mesa que hay en el centro del comedor. Miro los “manjares” que tenemos para desayunar y se me quita el poco apetito que tengo. Tostadas quemadas con mantequilla de color verdoso; leche entera en un vaso oscurecido por la suciedad; manzanas y plátanos pochos. Me sirvo una rebanada de pan y me la meto en la boca, y aunque está asquerosa, no me puedo quejar. Otras personas no tienen ni para comer y mueren de hambre cada día. De pronto, el aroma de la canela llega a mi olfato. Kora aparece con un plato lleno de galletas de canela y vainilla. Ella sabe que me encantan y siempre me hace algunas pocas para desayunar. Sin embargo, no se acercan a las que hacían mis padres. Cojo una y me la llevo a la boca, y aunque está un poco dura, está deliciosa. Pero no es lo mismo.
    -Está riquísima.-pronuncio limpiándome la comisura de los labios con un trozo de papel.- ¿Tío Darel se ha marchado a trabajar?
    -Hace más de una hora.-asiente. Entonces, miro un sobre que hay encima de la mesa y lo estudio. Es una carta del ayuntamiento en la cual está plasmada la palabra “Importante”. Instantes después, descubro el significado de la carta.
    -Es una carta de aviso de pago, ¿verdad?-ella no dice nada pero sé que no me equivoco.- Ya os lo he dicho varias veces. Puedo trabajar en el bar para ganar algún dinero extra.
    -No te preocupes.-Kora se lleva el vaso de leche a la boca.-Tu deber es centrarte en los estudios.
    -Con lo que nos enseñan en la escuela no llegaré muy lejos.-le reprocho.-Hace falta una revolución.-susurro para que no me escuche.
    -¿Vas a ser tú la que se oponga al Gobierno?-me dice, mirándome fijamente. Tiene toda la razón. Yo no sería capaz de revolucionarme y enfrentarme a ellos. Soy demasiado cobarde como para hacerlo.
    -¿Interrumpo algo?-pregunta mi hermano, ya preparado para ir a la escuela.
    -No pasa nada Luca.-mi hermano se acerca a mi tía y le da un beso en la mejilla.-Siéntate y desayuna o llegaréis tarde.

    Luca y yo salimos de casa y nos dirigimos al colegio. Le cojo la mano y andamos con cuidado por la acera para no resbalarnos, ya que todo está lleno de hielo. Las calles son estrechas y monótonas. Todas las casas son iguales, y algunas están derruidas. Por mucho que avancemos no vemos ningún árbol o planta. Y es que, cuando el Gobierno se quedó con el poder, se encargó quemar todos los bosques, y en su lugar colocaron unas máquinas parecidos a los faros llamados Oxigenadores. A demás, todo aquel que se interpusiera en el camino del Gobierno era asesinado. El oxigeno generado tenía un aroma metálico y muchas veces te podía provocar una intoxicación o dolores en el cuerpo. En mi caso, jaquecas. Continuamos avanzando por las calles, y a medida que ibas llegando al centro de la ciudad, aparecían cadáveres tirados por el suelo. Incluso había días que te podías encontrar pilas de muertos. Muchos de ellos habían fallecido por hambre o habían sido asesinados por la policía. Al principio, me asombraba cada vez que me encontraba uno, pero ahora, ya no me produce nada. Solo odio.
    -¡Lo siento mucho!-gritaba una mujer de mediana edad. Un agente de policía la empujo contra el suelo y esta se golpeo en la cabeza.
    -¡Cállese!-otro policía llegó por detrás y la atizó en la espalda con el mango de su arma. Entonces, sacó un libro que llevaba en una mochila.- ¡Sabe que leer está prohibido!-Luca se queda paralizado al percatarse de la situación. Hace cuatro años, el Gobierno prohibió la lectura en el continente, y además, todos los libros fueron quemados. Sin embargo, siempre había alguien que se hacía con alguno y lo leía de forma clandestina. Pero tarde o temprano, te pillaban. Y tenías que pagar las consecuencias.
    -¿Sabe usted qué leer a escondidas se paga con la muerte?-dice un agente mientras carga su escopeta.
    -¡No, por favor!-la mujer se arrodilla y se agarra a los pies del policía.- ¡Lo siento! ¡No lo volveré a hacer!
    -¡No me toque, escoria!-ladró el guardia mientras se apartaba de ella.
    -¡Perdóneme la vida, por favor! ¡Tengo hijos y soy lo único que les queda!-llora la mujer, tirada en el suelo.
    -Es una pena…-dice el otro agente.-Mátala.-entonces, el guardia apunta a la cabeza de esta y aprieta el gatillo. La bala atraviesa con fuerza la sien de la mujer y cae al suelo, muerta; la sangre comienza a brotar de la testa de ella y la acera se impregna del oscuro fluido. Yo le tapo los ojos a Luca para que no viera la macabra imagen pero yo no puedo impedir dar un respingo al ver como asesinaban a esa mujer.
    -¿Qué hacemos con el cadáver?-pregunta el agente que la ha matado.
    -Dejarlo aquí. Qué sirva de lección para todos los ciudadanos.-dice alzando la voz. De pronto, nuestras miradas se cruzan y él frunce el ceño.- ¡¿Y tú que miras?!-yo parto la vista y continúo avanzando, tapando los ojos de mí hermano.- ¿¡Es que acaso quieres que te ocurra lo mismo a ti!?-puedo escuchar mientras me alejo.

    Llegamos a la escuela en un par de minutos; puntuales como siempre. Me despido de mi hermano, que se marcha con sus amigos a clase, y yo entro en el pabellón de último curso. Mi estómago no para de quejarse. Ver como asesinan a una mujer delante de mis narices me produce nauseas. Las sienes me palpitan y la jaqueca me golpea de nuevo. De pronto, alguien toca mi espalda y yo brinco, asustada.
    -Hola Alice.-me saluda Narel, mi mejor amiga.- ¿Qué te ocurre? Estás muy pálida.
    -No me encuentro muy bien.-necesito apoyarme en ella porque empiezo a marearme.-Mientras venía aquí he visto como disparaban a una mujer en la cabeza.-confieso.
    -Dios mio…-Narel se lleva la mano a su oscuro cabello.-Debe de haber sido horrible.-yo asiento y dejo que me acompañe a clase. Me ayuda a sentarme en mi pupitre y, después de besarme en la mejilla, se marcha a su asiento. Cojo mi mochila y saco el libro de biología; alzo la vista para ver quien acaba de entrar por la puerta. Es Jayden, un chico de cabello castaño claro y de ojos azules. Cada vez que lo veo mi corazón se acelera y mi respiración es intermitente. ¿Será eso lo que llaman amor? No creo. Yo no soy de esas chicas a las que les gusta salir con chicos. No. Yo prefiero estar con mis amigos; sin preocupaciones. Aunque, cuando lo miro, la sensación que siento dentro de mi me agrada.
    -¿Así que te gusta Jayden?-escucho una voz detrás de mí. Me giro y descubro quién es. Es Eva.-Menos mal. Empezaba a pensar que no tenias sentimientos.-la verdad, es que no había hablado mucho con ella. Lo único que sabía sobre ella es que era una chica a la que le gustaba el riesgo. Según he escuchado, se había enfrentado varias veces a la policía. Y siempre había salido ganando. Todos los chicos están colados por ella, y no es de sospechar. Tenía un increíble cuerpo, era alta, con un largo cabello rubio ceniza y unos preciosos y almendrados ojos verdes.
    -No digas chorradas.-el dolor de cabeza vuelve agitarme.-No me gusta…-me doy la vuelta y le observo. Quizás tenga razón.

    Han pasado varias horas y sigo aquí, aburriéndome. El profesor de matemáticas está explicando una ecuación y yo no le presto atención. Me limito a mirar por la ventana y a pensar. Total, no importa cuanto aprendamos en el instituto. No sirve para nada. Esta sociedad de libertad limitada nos impide aprender demasiado para evitar levantamientos. Continúo mirando el triste paisaje y me viene a la mente la imagen de la mujer asesinada esta mañana y las últimas palabras que pronuncio antes de morir. <<Tengo hijos y soy lo único que les queda>>. ¿Qué les ocurrirá a los hijos de la pobre mujer? Eso me recuerda a alguien. Luca y yo pasamos por lo mismo. Nos arrebataron a nuestros padres y quedamos huérfanos. Posiblemente, los hijos de ella lo pasarán fatal. Como yo lo pasé. Los días siguientes a la muerte de mis padres, dejé de comer. No podía dormir y casi siempre tenía fiebre. Agito la cabeza e intento disipar mis pensamientos. Eso pasó hace mucho tiempo. Ahora he crecido y debo seguir adelante. He crecido. De pronto, otro pensamiento flota en mi interior. Mañana es mi cumpleaños. Lo había olvidado. Bueno, más bien, quería olvidarlo. Había estado evitando ese día como la peste. Porque aquí, cumplir los dieciocho, no es algo muy bueno. Si eres menor y cometes algún error, te castigan a trabajos comunitarios. Pero si eres mayor de edad no puedes cometer errores. Un paso en falso y mueres.
    -¡Alice!-el profesor de matemáticas me extrae de mis pensamientos.-Parece que no te interesa la clase.-entonces, algo dentro de mi ser se libera y me levanto del pupitre, tirando la silla al suelo.
    -¡¿Y por qué tengo prestar atención a esta… mierda de clase?!-todo el mundo se gira y me mira, murmurando.-¡No sirve para nada! ¡Estamos acabados! ¡El Gobierno nos tiene agarrados por el cuello y nadie hace nada para evitarlo!
    -¿A caso vas a ser tú la que se oponga al Gobierno?-eso me recuerda que es lo mismo que me ha dicho Kora esta mañana. Sin embargo, la respuesta ahora es diferente.
    -¡Quizá lo haga!-todo el mundo en el aula se calla y se quedan boquiabiertos. Lo único que escucho es un leve aplauso en mis espaldas. Me giro y veo que la que me aplaude es Eva, que me susurra:
    -Tienes cojones, Alice.-sonríe.
    -Sal fuera de clase. Ya hablaré seriamente contigo.-al escuchar eso me arrepiento de lo que he dicho. Salgo del aula y me siento en uno de los bancos del pasillo y me espero a que terminen las clases. Suena el timbre y todo el mundo sale de la sala. De pronto, siento que alguien me llama.
    -Eres muy valiente, Alice.-una voz masculina suena cerca de mi. Me doy la vuelta y descubro quien es. Entonces, mi corazón da un vuelco. Era Jayden.-Tienes agallas para hacer eso. Hoy en día, nadie se atrevería a hacer lo que tú has hecho.
    -Muchas gracias…-las palabras se me enredan en la boca y necesito carraspear para aclararme la voz.-Aunque no es propio de mí.
    -He oído que mañana es tu cumpleaños. ¿Lo es?-me pregunta acercándose a mi. Mi corazón se acelera hasta que me duele.
    -Si…-un gallo salió inesperadamente de mi garganta.-Cumplo dieciocho años.
    -Que suerte…-dice con tono sarcástico.-Oye, me has caído bien. ¿Puedo hacerte un regalo?-me pregunta mientras se acerca cada vez más a mí.
    -No hace falta…-intento alejarme de él para que no se percate de lo nerviosa que estoy, pero me estampo contra la pared.-No hace falta que te molestes…
    -No es molestia.-se ríe. Luego mira su reloj y se aleja de mí.-Mañana te lo traeré.-mientras se marcha me guiña un ojo.-Hasta mañana, Alice.-me quedo paralizada cuando escucho decir mi nombre. Necesito sentarme, ya que las piernas me tiemblan. ¿Qué es esta sensación que noto dentro de mi estomago?
    -Así que… Jayden no te gusta.-una voz familiar suena a mis espaldas.-Eres una mentirosa. Estás completamente enamorada de él.-giro la testa y descubro con certeza que es Eva la que me está hablando.
    -No estoy enamorada de él.-miento.
    -Claro que no. Más que eso.-se ríe y se sienta a mi lado.-Deberías haberte visto la cara que has puesto cuando te ha guiñado el ojo.-no puede ser. Si ella se ha dado cuenta de lo que siento por Jayden, seguramente él también. Habré quedado como una tonta.-Por cierto, me ha sorprendido tu comportamiento en clase. Creía que era la única que capaz de hacerlo.-se chulea.
    -¿Cómo se te ocurre decir eso, Alice?-Narel sale de clase y se dirige hacia mí, cruzada de brazos. Vuelve a abrir la boca para hablar pero Eva se lo impide.
    -No seas tonta.-Eva se levanta y se acerca a ella. Narel da un paso atrás, intimidada.-Ha hecho lo que todo el mundo debería de hacer y no hace por culpa del pánico. ¿O es qué acaso no opinas lo mismo?-Narel agacha la cabeza y descubro que ella también sabe que lo que está haciendo el Gobierno está mal.-Alice ha sido muy valiente. Ha diferencia del resto de la gente.-entonces se gira y me coge de la mano.-Vámonos, Alice.
    -Pero el profesor me ha dicho que le espere aquí…-pronuncio, negándole la mano. Eva se gira y arquea una ceja.  
    -¿Te hechas atrás?-me reprocha. De pronto, se escuchan pasos que provienen del aula de profesores.-No queda tiempo. Debemos irnos ya.-entonces, tras vacilar un instante, le agarro de la mano y salimos corriendo. Sin embargo, me quedo quieta y me doy la vuelta hacia el interior del pasillo.- ¿Vienes Narel?-ella se queda paralizada, pensando si debería hacerlo o no. Porque así es ella. Siempre se piensa las cosas dos veces antes de actuar. Nunca comete errores y siempre saca buenas notas. Segundos después se acerca a nosotras, corriendo todo lo rápido que le permiten sus piernas. Salimos del instituto y nos escondemos en un callejón para tomar aire. Entonces, en ese momento, siento que algo dentro de mí se libera. Un sentimiento de lucha y de fuerza. Un sentimiento que ansía la libertad. 

Nueva novela: En tierra quemada


Prólogo

    Me levanto del suelo, aturdida. No sé porque estoy tirada en el pavimento de mi casa. ¿Qué acaba de pasar? Me tiemblan las rodillas y me cuesta mantenerme en pie. Lo único que recuerdo es que, antes de desmallarme, un fuerte temblor agitó el edificio. Giro la cabeza hacia el extremo de mi habitación y observo mi reflejo en el espejo. Menos mal, mi cuerpo de siete años está intacto, excepto por un pequeño cardenal en la frente. Avanzo hasta la enorme ventana de mi cuarto y miro el paisaje. Me quedo asombrada al ver lo que hay enfrente de mis ojos. Los frondosos bosques que rodean mi hogar están ardiendo y el humo que producen las llamas tiñe de negro el cielo. Miro a la orilla que hay en frete y puedo vislumbrar a docenas de hombres vestidos con monos oscuros y máscaras de gas vertiendo litros y litros de un aceite oscuro al océano Pacífico. Vuelvo a posar la mirada en el interior de mi cuarto, asustada. Veo en el suelo la muñeca de porcelana que me había regalado mi madre en mi séptimo cumpleaños, pero está hecha añicos. De pronto, una pregunta flota en mi mente: ¿Dónde están mis padres?
    Salgo de la habitación con cuidado, mirando hacia los pasillos por si hubiera alguien ahí. Una vez me percato de que no hay nadie mirando, salgo corriendo hacia el cuarto de mis padres, abriendo con delicadeza la puerta para que no chirríe. Pero otra sorpresa me espera en el interior. Mi madre está tirada en el suelo, de espaldas a mí, debajo del ventanal, que está totalmente destrozado. Me acerco a ella esquivando los cristales y me arrodillo.
    -¿Mamá? ¿Estás bien?-pero ella no responde. Su ropa está hecha jirones y los armarios empotrados blancos estás totalmente rotos; pequeñas astillas han caído al suelo. La cojo de los hombros e intento moverla hacia mí. Hasta que finalmente lo consigo. Una enorme raja se abre en el pecho de mi madre y todo está lleno de sangre. La cojo de las manos y las agito, esperando que se despertara.-Despierta mamá… Levántate. ¿Por qué no despiertas? Vámonos fuera. Unos hombres malos están quemándolo todo. Mamá…-entonces lo entiendo. No se iba a despertar y nunca lo haría. Está muerta. Las lágrimas acuden a mis ojos y se derraman por mis mejillas. No me puedo creer que esto me esté pasando.
    Segundos después, escucho pasos y voces que provienen del pasadizo y me escondo tras la puerta. Miro por la abertura que hay entre la puerta y la pared y veo a los mismos hombres del mono negro. Una vez se han marchado, salgo de la habitación y me dirijo hacia el cuarto de mi hermano pequeño. Entro con delicadeza, esperando encontrar lo mismo que en la estancia anterior. Pero no es así. Mi hermano duerme en la cuna, inconsciente de lo que está sucediendo. Entonces, como un acto reflejo, lo agarró entre mis brazos, lo envuelvo entre mantas, asgo el peluche favorito de este y salgo a buscar a mi padre.
    Bajo las escaleras de caracol y llego al salón, donde todo está destrozado. De pronto, escucho voces que provienen de la cocina y me escondo detrás del sofá blanco, aún con mi hermano en brazos. Entonces, me pongo a estudiar lo que veo a mi alrededor. Los muebles blancos están destrozados, las paredes de color azul están raídas y el claro parquet está astillado. Me levanto del suelo una vez que aquellas personas se marchan al piso de arriba. Avanzo hasta llegar a la cocina y me detengo al pasar al lado de la encimera. Encima de esta hay un tarro lleno de galletas de vainilla y canela. Recuerdo que la noche anterior, cuando acabé de cenar, les pedí a mis padres que me dieran una, pero ellos se negaron ya que había tomado muchas para merendar. La verdad es que estaban deliciosas.
    -¡La niña se ha escapado!-dice uno de los hombres en el piso de arriba.-¡Atrapadla!-Entonces agarro el tarro y corro todo lo rápido que puedo al estudio. Siento que me están persiguiendo y que cada vez están más cerca de mí. Entro en el despacho rápidamente y cierro la puerta. Observo el interior y veo que la mayoría de las estanterías están tiradas en el suelo y los libros resquebrajados alrededor de la habitación. De pronto, escucho que se acercan a la habitación y atranco la puerta. Me dirijo al extremo de la estancia, intentando esconderme, pero sé que al final conseguirán entrar. Entonces, se me ocurre un lugar donde poder esconderme con mi hermano.
    Me acerco al escritorio y lo aparto utilizando toda la fuerza de una niña de siete años. Cuando lo muevo unos centímetros, me agacho y aprieto uno de los ladrillos que forman el rodapié. De pronto, una puerta se abre, oculta en la pared. Mi padre había construido esa habitación secreta, con ayuda de mi tío Darel, para casos de emergencia hacía ya más de tres años. Entro dentro y cierro el portón pulsando un interruptor que hay al lado de esta. Dejo a mi hermano en el suelo, que comienza a jugar con el peluche que había cogido de su cuarto a todo volumen. No obstante, no importa cuanto chille, ya que la habitación esta insonorizada. Dentro del cuarto hay cuatro monitores donde se puede observar lo que ocurre en el exterior, un espejo enorme, una nevera empotrada en la pared, una despensa llena de comida envasada al vacío y, en uno de los extremos de la pared, una enorme cápsula de acero con cuatro asientos en su interior para escapar por si las cosas se ponían feas.
    Giro la testa hacia uno de los monitores y veo que los hombres han entrado en el estudio, en mi búsqueda. Pero deciden buscar en otra habitación ya que no me han encontrado. Sabía que no lo harían. Me vuelvo hacia mi hermano y el me mira, con una graciosa sonrisa en la cara. Me siento a su lado y saco una galleta del tarro que he cogido de la cocina; parto una por la mitad y la comparto con él. Comienza a morderla y a babearla, y yo no puedo evitar esbozar una sonrisa. Sin embargo, desaparece cuando la imagen de mi madre muerta aparece en mi mente. ¿Por qué están estos hombres aquí? ¿Por qué ha muerto mi madre? Me levanto en el suelo y vuelvo ha mirarme en el espejo. Mi rubio cabello está revuelto y mis ojos verdes se ven cansados. El vestido blanco que llevo está arrugado y manchado de la sangre de mi madre. ¿A quién quiero engañar? No soy más que una ingenua niña de siete años que quiere hacerse la valiente.
    De pronto, veo en el monitor una sombra que se mueve en el estudio, pero no consigo ver quien es. Puedo vislumbrar como se agacha y busca el interruptor para abrir la puerta. Me han descubierto. Corro hacia la despensa y agarro un envase lleno de lo que parecen ser macarrones con queso, que están tan duros como una piedra. Vuelvo con mi hermano, que aún no se ha terminado la galleta de vainilla, y me espero a que la puerta se abra. Comienza a entreabrirse y alguien entra dentro y yo, sin saber quien es, le tiro los macarrones a la cara. Me arrepiento de haberlo hecho al instante al descubrir quien era.
    -¡Papá!-me acerco a él y le abrazo, colocando las manos en su oscuro cabello.-Creía que habías muerto como mamá…
    -No te preocupes, cariño. Ahora estoy aquí, contigo.-entonces se levanta y mira una de las pantallas del monitor y descubre que han cogido los planos de la casa. En ella se encuentran inscritos todos los cuartos secretos. No tardarían mucho en encontrarnos. Mi padre se levanta del suelo y entra en la despensa. Llena una mochila, que había también en la alacena, de envoltorios plateados y latas cilíndricas. Me entrega la mochila y entro en la capsula con mi hermano. Me siento en una de las butacas y me abrocho el cinturón; hago lo mismo con él. Mi padre vuelve a entrar en la despensa y saca un pequeño saquito de color morado y me lo pone en la palma de la mano.
    -Lo siento, Alice. No puedo ir contigo.
    -¡¿Por qué?!-las lágrimas vuelven a acudir a mis ojos.
    -Si voy contigo te matarán.-su mano roza mi piel y me limpia una gota.-Debes prometerme que protegerás a tu hermano.-sin embargo, yo no puedo parar de llorar. Estoy demasiado afligida como para contestar.-Por favor, Alice. Prométemelo.
    -Te lo prometo…-digo entre lágrimas. Entonces, mi padre se aparta de la cápsula.- ¡No! ¡Papá! ¡No me dejes! ¡Por favor!
    -Adiós cariño. La cápsula te llevará a casa de tus tíos. Ellos sabrán cuidarte.-me doy cuenta de sus ojos están húmedos y una pequeña gota cae sobre su mejilla. Luego pulsa el botón que pone en marcha la cabina y la puerta se cierra. La cuenta atrás para que la cápsula se mueva se pone en marcha. Sin embargo, puedo ver a mi padre a través de una franja de cristal blindado que hay en la puerta de acero. Puedo ver como aquellos hombres entran dentro y agarran a mi padre por la espalda. Comienzan a pegarle en las piernas y él se arrodilla. Entonces, por la puerta, entra otra persona. Pero está no es como las demás. Tiene el cabello negro y ojos azules, gélidos como el hielo. Además, no viste como los otros. Lleva puesto unos pantalones marrones y una camisa negra; una cadena con el símbolo de una flor cuelga de su cuello.
    -Cuanto tiempo sin vernos, Dainan.-aquel hombre se acerca a mi padre.
    -Desde que éramos pequeños…-responde sin mirarle a los ojos.
    -¡Mírame cuando te hablo!-le grita. Este no obedece.- ¿Te acuerdas cuando íbamos a la escuela?-prosigue.-Todo el mundo pensaba que ibas a ser tú quien llegara lejos en la vida. Y ahora mírate.-se ríe en un tono burlón.
    -Te equivocas.-su mirada se posa en la suya.-El que no ha llegado a nada en esta vida has sido tú, Tullio.-entonces se acerca a mi padre y le da un rodillazo en la mejilla, tirándole al suelo. Me tapó la boca para no gritar, pero es en vano.
    -¡Papá! ¡Suelta a mi padre!-ladro, pataleando en el asiento.
    -Vaya, vaya…-Tullio se acerca la ventanilla de la cabina.-Que tenemos aquí. Una niñita insignificante y metepatas. Matadla.-Varios hombres se acercan a la puerta y la golpean con el extremo de sus armas, pero no se rompe. Luego, cargan las pistolas y disparan contra el cristal, pero no se quiebra.
    -Es inútil…-masculla entre dientes mi padre.-Es irrompible…
    Tullio se incorpora y observa el panel que controla la cápsula; pequeños números bailan en él.
    -Veinte…-dice en voz alta.-Veinte segundos para que la cabina se marche. Suficiente para ver como muere tu padre.
    -¡No! ¡Por favor! ¡No le hagas daño!-pero no me hace caso. Comienzo a patalear y a llorar sin control, pidiéndole que se detenga. Entonces, Tullio agarra a mi padre del pelo y le levanta la cabeza. De su cinturón, saca un puñal; la empuñadura es de oro y en el extremo está grabada la misma flor que llevaba en el colgante. Segundos más tarde, el filo de la daga atraviesa de lado a lado la garganta de mi padre. La sangre sale disparada de su cuello y su cuerpo sufre convulsiones por el dolor. Mi respiración se detiene al ver aquella macabra imagen. Siento que yo también muero con él y cientos de flashbacks rondan mi cabeza. Recuerdo aquel día en el que mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a la playa para recoger conchas. Cuando mi madre me llevó en barca a la isla que hay cerca de la costa. Cuando mis padres y yo jugábamos felices a las cartas en la orilla, bajo la luz de la luna. Ahora todo se ha perdido. No habrá más escenas felices con mi familia. Ellos nunca volverían a tocarme ni a besarme. Solo me queda mi hermano. De pronto, siento como si la sangre de mi padre cayera sobre mi rostro. Triste y asustada, me llevo mis temblorosas manos a la cara y descubro que no es sangre lo que gotea en mí, sino sudor…   

    Me levanto de la cama gritando, empapada de sudor. Todo había sido un sueño. Me quito las capas de mantas que hay encima de mí y me levanto del lecho. Me tiemblan las piernas y mis sienes palpitan con fuerza. Siento que la cabeza me va ha estallar y, además, creo que tengo fiebre. Instantes después, mis tíos entran por la puerta, completamente abrigados. Y ahí es cuando descubro que el sueño que había tenido era en verdad un recuerdo. Mis padres habían muerto hace casi once años. Había pasado tanto tiempo que los rostros de mis padres eran indefinidos en mi memoria y tenía lagunas sobre aquellos días. No recuerdo que había hecho en mi infancia. No recuerdo donde vivíamos. Lo único que recuerdo es lo que he visto en el sueño y que vivíamos en una islita cerca de Australia. La cápsula nos llevo a mi hermano y a mí a la casa de mis tíos, en el mismo país, y desde entonces ellos nos han cuidado.
    -¿Estás bien, cariño?-me pregunta mi ti Kora, tocándome el rostro.
    -No te preocupes…-me aparto el enredado cabello y me lo pongo detrás de orejas.-A sido otra vez ese sueño…
    -Últimamente no para de repetirse.-masculla mi tío Darel, restregándose la palma de la mano sobre los parpados para despejarse.
    -Cariño, vístete rápido o llegarás tarde al trabajo.-dice Kora con una mueca de preocupación en su cara.
    Me doy la vuelta y miro el reloj para ver que hora es. Son las cinco de la mañana. Todos los días se levanta a la misma hora para ir a trabajar a la pescadería. Incluso los domingos. Y total para cobrar una miseria. Mi tía no trabajaba antes, pero con el salario de Darel es muy difícil sobrevivir día a día y ha tenido que buscar trabajo como tejedora. Su salario es más bajo puesto que es mujer, y aquí, y en los tiempos que corren, ser mujer es una desventaja. La verdad, es que, aunque no recuerde los días de mi infancia, la vida era mucho mejor antes, pero ahora, en el 2103, todo ha cambiado. Giro la testa y observo mi reflejo en el espejo (aunque más que un espejo, es un trozo de cristal pegado en la roída pared). Ya no soy una niña de siete años. Ahora he crecido y tengo casi dieciocho años. Aunque hay algo que no ha cambiado en mí. Sigo siendo la misma niña asustada.